Cuestión de principios

En la última sesión del año trabajamos los inicios de las historias. Ensayamos diferentes modos de abrir un poema, un microrrelato y una novela.
Tomamos como referencia algunos inicios brillantes:

Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:
-¿Le apetece que le cuente mi vida?

Ventajas de viajar en tren. Antonio Orejudo Utrilla

Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y amarillos de Ignatius J. Reilly miraban a las demás personas que esperaban bajo el reloj junto a los grandes almacenes.

La conjura de los necios. John Kennedy Toole

Jacob Blunt era el último paciente del día. Entró en mi consultorio con un hibisco escarlata en su pelo rubio y ensortijado. Se sentó en la silla frente a mi escritorio y me dijo:
-Doctor, creo que estoy volviéndome loco.

El percherón mortal. John Franklin Bardin

Nunca nadie me ha besado en una estación; nunca nadie, con lágrimas en los ojos, me ha dicho te quiero o volveré desde el otro lado de la ventanilla de un autocar que ya se ha puesto en marcha. Y eso son orfandades que te acaban pasando factura; como cinéfilo, necesito de vez en cuando verme inmerso en alguna escena de aire vagamente cinematográfico; si no, comienzo a sentirme débil, doctor, anémico, doctor, sin ganas de hacer nada.
Voy a cumplir veintidós años y todavía no sé de qué trata mi película. Mi padre suele repetirme que aún estoy a tiempo de llegar a ser cualquier cosa, desde concejal prevaricante devorador de marisco hasta mendigo con escarapelas de orina en los pantalones. Él, naturalmente, no lo expresa así, pero en estas páginas que acabo de empezar soy yo quien manda y cuento las cosas como me da la gana.

La vida no es un auto sacramentaL. Alejandro Cuevas

Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en los cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siguiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y verspertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada.

Las intermitencias de la muerte. José Saramago

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.

Corazón tan blanco. Javier Marías

Me siento viejo. Decaído. Ayer tuve la certidumbre y hoy me pongo a contarlo. Saberse viejo no es fácil. Sobre todo, porque nunca quiere saberse. Pero la verdad llega con unas lucecitas que nos acribillan los ojos. Con un aleteo. Con unas cortinas que se descuelgan en el cielo. Si esto se cuenta, dicen que es la locura. siempre es más fácil que a uno lo acepten por loco que por viejo.

Viejo. Adriano González León


¿De qué modo iniciaríamos una novela negra, un cuento de intriga o una historia de ciencia ficción?
Una pequeña muestra con los trabajos del taller:


Sin título

La noche ahí fuera es húmeda y oscura como el fondo de un pozo. El policía bebe otro sorbo de café y se revuelve en el asiento. Siente ganas de salir del coche a estirar unas piernas ya casi entumecidas. Siente ganas de gritar, pero mete su ira en el congelador porque esta noche es una bestia que espera con paciencia a su presa. Aprieta los dientes y espera y aprieta los puños y espera. El agente Stockton acaricia el metal de la petaca llena de ese whisky con el que hará gárgaras y salpicará su camisa para confundir a su mujer.
Pero eso será después. Después de los guantes de látex y el golpe certero en la base del cuello y los gritos ahogados y los huesos rotos y el charco de sangre oscura.

Mikel Mezquita


Letanía

Cada mañana pedaleo cuesta arriba camino al cementerio. Muy metafórico, ¿no? No se crean ustedes que soy enterrador, o que me encuentro mal. Tampoco tengo inclinaciones especialmente morbosas (solo un poco). No, la cosa no va por ahí, simplemente, cuando por fin llego allá arriba, ya puedo tomar el carril bici -también podríamos llamarlo carril imbécil, por los estorbos que uno se encuentra continuamente- que me lleva hasta el colegio en el que trabajo. Como hombre del saco.
De momento, pedaleo. Me duelen las rodillas, me pesa la mochila y la cuesta se me hace eterna y no puedo evitar entonar entre dientes la letanía del ciclista:
- ¡JODER, EUFEMIANO, DAME ALGO!

Mikel Mezquita


Misión Adriano

Año 5010. La nave de experimentación Adriano III entró en retro-deriva colocando a sus tripulantes en situación de espiral biológica, es decir, en proceso de metástasis, necesaria para soportar velocidades luz. Durante la secuencia psico-biológica de adaptación de los astronautas el computador central o madre “olvidó” colocar el número gen fundamental por lo que el resultado derivó en una nueva raza de humanos capaces de psico-pensar, con lo cual el amor y todo sentimiento subjetivo desaparecen del horizonte de conducta normal. La nave Adriano tiene como misión encontrar en la galaxia 4371-6, conocida como Cúmulo Dorado, el don del perdón y con ello la esencia de Dios.

Jorge Arzate


La huida

Oyó el crujir en la noche cerrada, volvió la vista y vio que el viento golpeaba en sus goznes la ventana por la que se escapó, después sintió los pasos, ahora no era el viento sino el miedo en el galope de su corazón.

José-Luis Ramos


Rosebud

Siboney yo te quiero yo me muero por tu amor. Ven aquí que te quiero y que todo tesoro eres tú para mí. Siboney si no vienes me moriré de amor, or, or , or , or, or, or, or… Crujió el cristal triturado cuando intentó contornear el obstáculo arrojado en el suelo y alcanzar el gramófono.… oye el eco de mi canto de cristal.. Una vez llenado el vaso dio una vuelta para contemplar la perfección melodramática de la puesta en escena. El cuerpo yacía en el centro del salón. El hilo rojo serpenteando bajaba por el cuello, y con un meandro desbordado se hundía en el terciopelo verde del escote. Los espejos rotos devolvían la imagen de una realidad teatralizada y fragmentada de un tiro: un sobre dirigido a Charles Foster K. en la mesa…

Ada Trzeciakowska

El saco de patatas

Aquel día volvió a sonar el timbre y, como siempre solía suceder cada vez que yo abría la puerta, no había absolutamente nadie, solo un pesado saco lleno de patatas bien hermosas y nuevas, pero aquel día fue distinto porque sobre la tela del saco había un nombre grabado en letras gruesas: "PASCUAL".
Cuando mi madre vio las letras grabadas me dijo sobresaltada:
- ¡Qué raro!, pero si mi abuelo se llamaba Pascual, y murió cuando yo apenas era un bebé.

Elena Villarroel

1 comentario:

  1. muy interesantes estos comienzos, a mi siempre me viene a la cabeza la idea tan original que tuvo Salinger para comenzar The Catcher in the Rye: "If you really want to hear about it, the first thing you'll probably want to know is where I was born, and what my lousy childhood was like, and how my parents were occupied and all before they had me, and all that David Copperfield kind of crap, but I don't feel like going into it, if you want to know the truth. "

    Te mete en la historia desde el primer parrafo

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