La memoria: Literatura y recuerdos

Los recuerdos son ratones
que roen los corazones.
Si te he visto no me acuerdo,
me han roído este recuerdo.

Raúl Vacas

Abecé diario, Ala Delta (Edelvives)

La sesión del lunes, 21 de enero, estuvo inspirada en una actividad que Federico Martin Nebras realizó en Madrid con los miembros del Seminario Ana Pelegrín, de Acción Educativa.
El objetivo principal de dicha sesión era ponernos en contacto con los recuerdos y viajar hacia atrás en nuestra línea del tiempo. Para ello cada asistente acudió con varias fotografías, de momentos diferentes de su vida.
Hubo quien comentó curiosidades, anécdotas, momentos revividos... fue una sesión familiar en la que nos conocimos un poco más de cerca.
Cada cual contó cosas de sí mismo en forma de aleluyas, limerick y otros envases literarios, primero de una forma mucho más encorsertada pues tenían que atender a la disposición de los versos, al número de sílabas y a la rima pero también de forma mucho más espontánea y abierta después, sin ningún tipo de restricción o de pauta métrica.
Las aleluyas nos permitieron conectar con palabras las diversas imágenes en un breve cómic de nuestras vidas. El limerick nos acercó a nuestra caricatura, a nuestra imagen más extravagante o extraña. Y el texto abierto, en forma de monólogo, diálogo o reflexión, nos permitió poner en contacto al adulto con el niño, burlando las coordenadas espacio-tiempo.

Tal y cómo afirmó Federico en aquella sesión, "las imágenes (fotografías) son la mejor manera de leernos y desleernos". De ahí que tratásemos de fijarnos en los pequeños detalles de cada foto como la mirada o el gesto. Y de ahí, sin apenas impulso, al papel.
En el diálogo niño-adulto procuramos reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre la fugacidad de las cosas, sobre el camino que recorrió cada cual, sobre expectativas cumplidas o desechadas.
En esta ocasión la ficción quedó a un lado para dar paso a la realidad.

Estos son los trabajos de nuestros artistas:


Familia Martín Martín, año 1956. 
El que está en brazos soy yo, “Vicentito”

Diálogo con Vicentito

Vicente: ¡Qué agustito en brazos de Mamá, eh…! “Too rollizo”.
Vicentito: ¡Gu…!
Vicente: Han pasado muchos años (tantos como 57) y muchas cosas… me he ganado la vida trabajando en la banca, ya me han prejubilado (muy joven… en fin), tengo una familia (un hijo), vivo bien, disfruto lo que puedo.
Vicentito: ¡Gu…Gu!
Vicente: ¡Vaya Mamá que hemos tenido!, la mejor, “Vicentito”, que no te quepa duda… Todo, todo se lo debemos a ella, tuvo que repartir su cariño entre nueve (en la foto falta el pequeño que todavía no había llegado), a ninguno nos faltó… sus cuidados, sus desvelos, su ternura… una “super-woman” auténtica… aunque hace 26 años que se fue, está muy dentro… muy dentro “Vicentito”, aquí para siempre…
Vicentito: ¡Gu…gu…guay!
Vicente: Papá tuvo que trabajar duro… la vida no era fácil, ahora tampoco. Apenas tenía 20 años cuando se nos fue… también está en nuestro corazón.
Vicentito: ¡Gu…gu…guapo yo!
Vicente: De pequeño sí, guapo, pero luego la nariz creció y la estatura ¡ejem!... ahora peino canas y me he dejado una barbita blanca, no he engordado demasiado, intento cuidarme…
Vicentito: ¡Gu…gu…güeno tú?
Vicente: Un santo no soy, busco ser lo que se entiende por “buena gente”, todos los hermanos creo que somos buena gente. Por cierto se les ve a todos bien guapos… a mí me lo parece. Hace dos años hicimos un libro/folleto familiar “Lejos y juntos”, lo presentamos durante una comida en un restaurante de Escurial de la Sierra, pueblo de Mamá. El 23 de agosto de 2011 en la pág. 21 del Adelanto de Salamanca, apareció una nota de prensa con la foto de los nueve…
Vicentito: ¡Gu…gu…guau!
Vicente: También hice una marcha andando desde Narros de Matalayegua, pueblo donde nació Papá, a Escurial, unos 15 kmts., me acompañaron 2 hermanas y un cuñado, para sentir las raíces de nuestros padres…
Vicentito: ¡Gu…gu…guachi!
Vicente: Te dejo “Vicentito”, voy a seguir viviendo y disfrutando lo que pueda. Hasta que nos encontremos algún día allá por el infinito donde el espacio/tiempo se confunde.
Vicentito: ¡Gu…gu…güenas!

Vicente M. Martín


Unos dieciocho o diecinueve años debo de tener en esta foto. La sacó un chico del pueblo, un verano en que me fui sola, rebuscando en mis orígenes, pero no le estoy mirando a él, estoy mirando a mi padre, a cientos de kilómetros de allí, y le estoy diciendo : « Mírame papá, estoy en tu pueblo, he vuelto a tu pueblo».
Mi padre iba a cumplir diez años cuando tuvo que dejar su país a sus espaldas, cortar con sus raíces, separarse de sus primos queridos y salir con su madre y sus hermanos pequeños para juntarse con mi abuelo que ya había pasado la frontera para ir a trabajar a Francia.
Dejó allí sus juegos inocentes y felices a orillas del Ebro, se llevó el río las risas que compartía con los Angelitos, Rafa y Lolita, y nunca olvidaría su adiós desgarrador en el andén de la estación.
Un poco más de treinta años pasaron desde el momento en que él, como queriendo dejar una huella de su infancia, pintó de rojo su nombre en la pared detrás de su casa y el momento en que está sacada la foto. Y delante de la inscripción que aún sigue visible a pesar de la mancha que con los años ha ido tapando la mitad de su identidad, miro a mi padre y le estoy diciendo : « Mírame Manolín, aquí estoy, orgullosa de lo que fuiste ayer y de lo que soy en este día, y si cierro los ojos y dejo que afluyan los recuerdos puedo ver al niño que eras entonces. Estás detrás de cada calle, jugando al escondite, pateando la pelota, o corriendo detrás de un aro de rueda en medio de un nubarrón de niños.
Y aunque las lágrimas que parecen deslizarse por la pared siguen señalando los tristes acontecimientos de aquellos tiempos hoy puedes mirar hacia atrás y dejarte llevar por el pasado ».
No podíamos saber ni él ni yo que años después tendría nietos que hablan tan bien español como aquel niño que correteaba  despreocupado y alegre con sus primos. Hoy tiene tres nietos que cada mañana se despiertan con la ilusión de juntarse inconscientes, pero sobre todo libres, con sus compañeros en el cole , cuyos abuelos tienen un trozo de su historia parecido a la suya.
Eso sí, lejos de sus primos, de sus tíos y de sus abuelos.
Y es que la historia, a veces, se repite.


Aquí una foto sacada el mismo año con la hija de Lolita delante de la casa de nuestros bisabuelos:

Sara Pérez


Foto 1

PAREADOS DE LAS TRES FOTOS


1.- Un chaval de gesto ausente /en mi memoria aún presente.
2.- Una visión borrosa / de la mujer más maravillosa.
3.- El gesto emocionado / ante el ser recién creado.

Foto 2

LIMERICK (de la foto 2)

Una mujer sonriente
algo esquiva y algo ausente
cruza la mano en su cara
y la foto ¿estropeada?.
¡Fantasmagórico presente!



Foto 3


DIÁLOGO DE LA FOTO MÁS ANTIGUA CON LA ACTUAL (foto 1)

Tienes justamente el doble de edad. ¡Ya te vale tío, y soy tu foto más antigua! Estoy sentado en una playa gallega. ¡Quien me iba a decir a mi que ibas a volver a sentarte 18 años después en una playa de Galicia! Sigues teniendo la mirada perdida, al menos a ratos, sigues siendo una “ciclogéneis explosiva”, aunque entonces no sabíamos que se llamaba así. Vuelves a estar loco, mi trabajo me ha costado. Creo que del esfuerzo hemos perdido el pelo. Aunque no te importa. Lo que aguantaste para dejártelo crecer y luego lo dejas así antes de que se cayera. Eso no te lo perdono. Bueno, no nos perdonamos muchas cosas, ni tu ni yo. Aunque las canas te han enseñado a llevarte con el tipo del espejo. Yo no sabía. Era joven, esa es mi disculpa. Tú eres un abuelo. Yo no me gustaba, tú aún no sabes si te gustas, aunque ambos disimulamos bien. Si no nos reconocemos nuestros méritos, ¿quién va a hacerlo? Los dos escribimos, pero yo para pegarme a la tierra, tú para despegar de ella. Así que no sé si nos debemos algo más que la ortografía. Al menos me has librado de la epitetomanía del padre Mayo, aunque no sepas si gracias a Dios. Yo lo tenía claro, se ve que tú no tenías bastantes líos en la cabeza. No aprendemos. Menos mal que no queremos llegar a viejos.

Miguel Ángel Pérez



Limerick

A un globo me subo en Orduña
en el cesto hay, “uñas” y “pezuñas”.
Hoy soy reina del viento
en un cielo sin tiempo.
Vomito lastre. Me desenfurruña.

Aleluyas

Sentada en tu sonrisa
la vida no tiene prisa.

Salí de ver “el soplao”
con hambre de pan y “prao”

La gran sorpresa del globo
me pilló fuera del globo


La princesa con cara de luna llena

Erase una vez… Una princesa con cara de luna llena. Su madre, era una estrella que se hizo humana por amor a un trovador loco, que cultivaba partituras en la cocina y soñaba con ser nota. Ser nota y volar.
La princesa tenía una hermana muy, muy mayor; que quería ser maga. Una gran maga. Por ello, preparaba día y noche, la pócima de la felicidad. Un brebaje humeante, casi siempre apestoso, que consumido a la hora adecuada por la persona adecuada, despertaría, según ella, el recuerdo de un mapa. El mapa de los mapas. El mapa que conoce el camino de regreso al Edén.
Juntos, vivían en “palacio”. Un habitáculo pequeño y muy muy modesto.

A la princesita le gustaba, ¡y cómo!, esconderse; esperar en cualquier lugar -convencida de su invisibilidad- a que la encontraran; contener la risa y el aire con sus dedos diminutos mientras llegaban, y desbordarse a carcajadas en manos de quien la descubriera. Eso y columpiarse. Bueno, y que le contaran cuentos después de tomar un chocolate caliente. También le gustaba que le contaran cuentos después de tomar un chocolate caliente.

Un día… mientras la estrella iluminaba pentagramas y escondía mapas en las pócimas mágicas… la pequeña decidió esconderse en el jardín que veía desde la ventana de su cuarto.
Era tierra de mayores.
Su madre siempre decía que para disfrutar de esa tierra había que tener los ojos limpios y el corazón caliente. Que de no ser así, todo sería veneno de amapola… Plantas carnívoras y veneno de amapola.

Con esas palabras bailando en su cabeza, cruzó el umbral a uña de caballo.“No podía pasar nada” repetía una y otra vez. Ella, sólo quería un lugar, un lugar  donde esconderse y esperar.

Frente a la cancela se extendía  un camino. Olía bien. Le pareció bonito y lo siguió. Allí, todos los árboles eran de pan y chocolate; y de sus ramas pendían preciosos columpios de colores y tamaños extraños. Cerca de uno de los balancines, había un elefante que se bañaba en helado de fresa y que cuando alguien se  acercaba a él, le duchaba con su trompa  mientras unos cocodrilos con gorritos de cumpleaños se reían a carcajadas y cinco mariposas batían sus alas frenéticamente. De ese batir aplausos, nacían colores que un calamar rechoncho recogía y guardaba en la boca de un pelícano, con la intención de pintar a una hipopótoma con tonos vivos. Pero sólo le salía un color: el gris pardusco; y era mate; y la hipopótoma le regañaba porque ella quería tener el aspecto de la estrella de mar que brilla en los corales. Junto a ellos, unos cerditos vestidos de cebra jugaban al futbol contra unos leones que recogían su espesa melena en una coleta alta para tener “mejor visión del juego”. Mientras, unas vacas con pompones bailaban con unas gatitas ataviadas de tutú un ritmo rápido que la princesa no reconocía; y una gallina, ¡una gallina violeta! tejía gorros rojos de piloto en forma de cresta para los palomos calvos que estaban de servicio y una zarigüella; que se desperezaba plácidamente -ajena al bullicio que la rodeaba-; se limpiaba los ojos con un algodón de azucar.
Un poquito más allá; antes de llegar al río de azucar que fluye bajo los limonares…, allá; donde se citaban las jirafas con los jilgueros…se oía, como una voz ronca relataba una historia. Era un cuervo negro como su cuarto a al hora de dormir. Tenía un parche en el ojo izquierdo y una de sus alas era un garfío de acero. Muchas de sus plumas estaban en mal estado y un esparadrapo las cubría. Unas crias de avestruz le escuchaban; a sus pies, se abrían miles de agujeros donde esos bebés de cuello largo, intermitentemente –según  el tono de la narración-, enterraban por completo sus cabezas. La historia era sobre arañas… sobre serpientes… sobre cucarachas que se comen la luz….sobre páramos  arrasados donde no había sitio para la risa …. Sonaba tan terriblemente terrorífica que se quedó a escuchar, y como era habitual, se durmió.

Cuando se despertó…, todo había cambiado.
Olía a hielo. Los pocos árboles que se veían, se erguían descarnados sobre un campo de amapolas grises. De sus ramas colgaban arañas, tarántulas grandes como rinocerontes, que la miraban con ojos de mosca y exhibían amenazadoras sus horribles ocho  patas de palo. Por sus troncos, reptaban serpientes gordas como morsas que escupían un líquido color añil que al tocar el suelo lo trasformaban en lava. Lava que al instante se congelaba formando figuras aterradoras de las que manaban hormigas sin cabeza y andar marcial.
Serpientes, arañas  y hormigas se desplazaban cada vez que escuchaban el trueno de un cuerno. Iban a cazar y estaban cerca, muy muy cerca de ella.

De repente, oscureció.
Un ejército de cucarachas voladoras -con parches en su antena izquierda- había tomado el cielo. Planeaban en formación cerrada.  Se preparaba una guerra. Se disputaban la caza.
Sin nada de  luz. Con todo el frio… Conoció el miedo.
Las arañas se acercaban cada vez más. Rozaban sus patas secas  y babeaban de gusto: saboreaban su victoria.
Ella no podía moverse. Las piernas no le respondían. Se arrastró como pudo hasta lo que parecía un tocón alto. Se sentó junto a él, de espaldas a él.  Estaba pringoso, como si sudara, como si sudara mucho.
No había respirado aún, cuando notó como algo se enroscaba suavemente alrededor de sus brazos… de sus piernas…de su cintura….. y que ese algo, era algo vivo que brotaba del suelo y  la iba atando a lo que ella pensó eran los restos de un árbol…Luchaba por desasirse de su abrazó, cuando de repente…. ¡la mordió!….
Como pudo, escapó.
Sus piernas volvieron a ser suyas y corrió. Corrió esquivando en su carrera a un montón de similares con iguales intenciones. Al fijarse bien, supo que sus perseguidores  eran  plantas carnívoras. ¡Plantas carnívoras! Nada tenía sentido. Todo tenía sentido.
La mala suerte quiso que tropezara con un erizo –el único ser vivo que debía de quedar por aquel infierno- y cayó, y se golpeó y al golpearse tan fuerte, perdió una vez más el dominio de su voluntad. Oía lo que decía el viento, el viento que acariciaba a las amapolas: “Vienen las serpientes” “Se acercan las arañas” “Te quitarán los ojos” “se comerán tu corazón” “Te vestirán con telas color añil” “Serás amapola gris” “otra amapola gris”….  no  se podía mover. Estaba envenenada…
Al cabo de un rato, dejó de oir y poco a poco, empezó a olvidar quien era, como todas las amapolas

Un Verderón que lo había visto todo, aprovechando su letargo; se posó en su hombro. Tenía el Verderón los ojos limpios y el corazón caliente. Abrió su pico y brotó una nota que volaba libre alrededor de “luna llena”. Abrió su plumaje y extrajo una pócima humeante, un brebaje apestoso. Era la hora adecuada. Era la persona adecuada.
Con la puntita de una de sus alas extendió unas gotas sobre los labios de la princesa. Y la princesita abrió los ojos.
Un precioso mapa invadió el espacio. Era el mapa de los mapas. El mapa que conoce el camino de regreso al Edén.

Frente a ella se extendía un camino. Olía bien. Le pareció bonito y lo siguió. Todos los árboles eran de pan y chocolate y de sus ramas pendían preciosos columpios de colores y tamaños ex…..

En “palacio” todo seguía igual.
Una estrella iluminaba pentagramas y colocaba mapas debajo de pócimas mágicas.
Viendo su madre que la princesa lloraba, la abrazó muy fuerte mientras le susurraba “Para disfrutar de esa tierra hay que tener los ojos limpios y el corazón caliente “. Entonces “luna llena” se columpió una vez más en su sonrisa  y supo cómo sería la próxima vez que atravesara el umbral. Conocía su secreto. Un secreto  secreto.

Porque has de saber princesa, que los columpios, los cuervos y los verderones sólo existirán si tú les dejas existir. Si tú les creas y en tanto creas en lo que creas. El jardín que ahora ves desde tu cuarto, ese con el que fantaseas,  será tan fértil o esteril como tú lo pintes. Recuerda que la desconfianza ahoga los colores y que dos más dos a veces son cinco menos uno. Te quiero.

Cuando terminé de contarme esta historia a mi misma; cuando “mi yo niña” estaba a punto de dormirse –como era habitual-; la pequeña dijo: “Yo también te quiero Ana”, y lloré. Nunca le dije que yo era ella.

Ana Isabel Fariña




Apoyada sobre el cuento del Pastorcillo mentiroso del Libro de Lectura y Comprensión que se encuentra abierto sobre el pupitre de la clase de 3ªB de EGB del Colegio Para Niñas Santa Teresa de Jesús.
Las manos regordetas colocadas en paralelo emergen de un jersey a pico verde con las coderas en los vértices del pupitre que forman el lado mayor de un cuadrilátero irregular con pelo rubio y ojos azules.



Una niña, muy justita de edad, se baña tranquila en el Charco de El Piélago colgada de un flotador blanco.
Es la más chica de las tres. La segunda muchachita más sabionda chapotea y sonríe, la tercera ignora el cuadro. Solo la chiquita mira obediente a aquella mujer de Madrid, que no sabía muy bien quién era, con aquel aparato que la retrata.

Antonia Oliva

La narración y la fábula

El lunes 14 de enero dedicamos la primera sesión de 2013 a un autor excepcional y con una producción muy recomendable, Antonio Orejudo, doctor en Filología Hispánica y profesor titular en la Universidad de Almería. Además de Fabulosas narraciones por historias destacan entre sus obras: Ventajas de viajar en tren (2000), Reconstrucción (2005) y Un momento de descanso (2011). 

La primera edición de este libro salió con el sello de Lengua de trapo:


Esta es la información recogida en la web de Lengua de trapo a cerca de la novela:

¿Cuáles son los límites de la ficción cuando se construye sobre una base histórica?, ¿cómo saber si el historiador ha sido honesto? o ¿hasta dónde lo ha sido el fabulador de la historia? Fabulosas narraciones por historias parte de tan ambiciosas preguntas para plantear un osado proyecto narrativo del que el lector no podrá sustraerse. En la Residencia de Estudiantes, a principios de los años 20, tres muchachos inician una estrecha amistad: Patricio, sobrino de José María Pereda, que sueña con ver publicada su novela realista Los Beatles; Martiniano, sobrino de Azorín, azotado por el resentimiento contra la intelectualidad, y Santos, de origen rural, aficionado a la literatura pornográfica de La Pasión y al arrebatador erotismo de las mujeres maduras. El espíritu contestatario de los tres jóvenes pone en peligro el proyecto de La Residencia: crear una nueva generación literaria (la del 27), dirigir su difusión y controlar los beneficios editoriales derivados de todo ello. El barón Leo Babenberg, que financia el proyecto a la sombra de Ortega y Gasset, practicará sus excelencias manipuladoras con los tres amigos para neutralizar toda resistencia. Pero esto es sólo un acercamiento a la trama principal, que en realidad sirve de vehículo para proponernos el verdadero juego. Fascinante arquitectura de cajas chinas, la narración se enriquece con una prosa de autor, elegante y exacta. Cargada de modernidad, esta novela nos lleva de la mano de la tradición para cambiar nuestra visión de ella: el lector ya no podrá volver sus ojos a ese tiempo histórico sin la tentación de contemplarlo a través del ingenio prismático que Antonio Orejudo Utrilla ha construido en esta excelente primera novela.

Y esta la opinión de algunos críticos:

«Singular apuesta en la que el disparate roza la locura, el terrorismo se convierte en crítica literaria, el sexo atenta contra todos los amores, y el canibalismo final, disfrazado de gastronomía, no es sino la imagen metafórica de una guerra fratricida», (R. Conte, Abc).

«Un peligroso terrorista de la pluma... Una extraordinaria novela, tan extraordinaria como desvergonzada, iconoclasta, irreverente; brillante y deslenguada hasta decir basta», (Javier Goñi, El País).

«Estamos de enhorabuena: si alguien dudaba de la cosecha narrativa del 96, la novela de Orejudo ha venido a poner la guinda», (Á. García Galiano, Diario 16).

«La pluma de Orejudo reúne sobradamente todas las virtudes que deben exigírsele a un escritor: sabe disfrazar su erudición bajo el barniz agradable del entretenimiento, posee un finísimo sentido del humor, consigue dar a sus personajes una feroz verosimilitud e incluso se permite ironizar sobre los convencionalismos narrativos», (Félix J. Palma, Mosaico).

«Chispa a raudales, ironía a borbotones y una trama que no se pierde a pesar de la gran cantidad de afluyentes-historias que componen este lograda collage que hará reír y gozar de las estridentes historias a cualquiera que no sea un muermo de nacimiento», (Iñaki Urdanibia, Igandegin).

La novela, que pasó desapercibida en aquella primera entrega, salió años después en Tusquets


Esta es la cuarta de cubierta del libro:

Como dice uno de los protagonistas, ésta es la historia de tres amigos que con el tiempo dejan de serlo. Santos, de origen rural, que en la gran ciudad descubre su debilidad por las mujeres maduras y la pornografía; Martiniano, sobrino de Azorín, que jura odio eterno a los intelectuales tras los malos tratos recibidos de su tío; y Patricio, escritor que sueña con ver publicada su primera novela. Los tres están internos en la Residencia de Estudiantes y viven el bullicio de los años veinte en Madrid. Pero entre novatadas, enfrentamientos con otros grupos de estudiantes, participaciones explosivas en las tertulias de la época, sabotajes de conferencias, y su empeño desafiante en publicar la novela de Patricio, apenas perciben que están poniendo en peligro un plan secreto para crear una generación literaria: la del 27. Por la ficción irrumpen personajes como Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset, José Moreno Villa o José Antonio Primo de Rivera, de manera tan calculada que nadie podría negar que sea cierta. Cuando llegue la República, los destinos de los amigos tomarán caminos divergentes y el reencuentro se tornará imposible.
Armada con una virtuosísima técnica de collage de citas y materiales, la novela avanza como una bomba cuya espoleta se activa astutamente al final. La parodia de registros, y sobre todo el humor, hacen de su lectura un verdadero festín. Y vuelve a demostrarnos que no hay medio mejor para contar una época que las fabulosas narraciones en lugar de historias.
Provocadora, explosiva, pero dominada con mano maestra, Fabulosas narraciones por historias fue para el reducido grupo de los que la leyeron en su momento uno de los hitos más indiscutidos de la reciente narrativa en español, que el paso de los años no ha hecho sino acrecentar. Era hora de darle un nueva oportunidad.

Para los interesados en acercarse a esta espléndida novela y conocer más detalles aquí tenéis unas reseñas de interés:


Tras hablar de la novela nos centramos en un párrafo en el que uno de los protagonistas, un escritor en ciernes, nos cuenta como su maestro, Don Galo, les proponía tareas de escritura en la escuela primaria:

-¿No te he dicho nunca que mi tío, el inmortal Pereda, se me aparece todas las noches un poquito?¿ Es acojonante. Ven, vámonos a dormir, y por el camino te lo cuento.
Y abrazado a Santos, de vuelta a la Residencia, mientras clareaba el cielo a sus espaldas, por Vallecas, Patricio le confió la historia de las apariciones y predicciones del tío José María:
-Resulta que don Galo, mi maestro en la escuela primaria, nos leía en voz alta historias mitológicas, fábulas de Esopo y leyendas de Bécquer, y luego nos pedía que escribiéramos un discurso, simulando ser uno de los protagonistas. Por ejemplo, si nos leía la fábula de la zorra y las uvas, nos mandaba que hiciéramos un discurso como si fuéramos las uvas. El caso es que mis ejercicios siempre tenían mucho éxito, y ninguno de mis compañeros podía escribir nada semejante. Mi tío José María, que era ya entonces un novelista de fama mundial, me había insistido desde muy pequeño en la importancia de redactar bien y de dominar la técnica de la descripción, usando gran variedad de adjetivos sencillos, pero exactos. Por eso era normal que mis discursos le gustaran sobre todo a él, a quien se los enseñaba después del colegio. El tío José María me los hacía repetir una y otra vez, diciéndome que tenía madera de escritor. De todos los discursos, el que más le impresionó fue el que puse en boca de la hormiga dirigiéndose a la cigarra. Escucha. Oh tú, que los trabajos abominas, vil chicharra, piensa en los frutos de tu canto y dime, odioso hemíptero, qué gloria esperas alcanzar, qué altas cumbres, qué inmemorial destino. Mírame, oh tú, regalado homóptero, y figúrate que cada grano que transporte es un vergel donde la fama germinará indómita y bestial como la verdura que nace orillica el Éufrates y el fiero Tigris.

Pues eso mismo es lo que propusimos en el taller de escritura, la misma tarea que don Galo le propuso a Patricio, escribir una versión de la fábula de Esopo "La zorra y las uvas" desde el punto de vista de las uvas. Aquí están los trabajos:

Las uvas del zorro

“Uy, uy , uy, por ahí viene un zorro, no sé yo, me parece a mí que tiene cara de hambre…Ay madre, que me está mirando con ganas, que está cogiendo impulso, no quiero mirar, no quiero mirar, pero si he de morir, solo quiero que no se me tenga en cuenta el día que le dije al novio de mi hermana que estaba enferma y que me iba yo al cine con él. Ni los cien euros que le robé a mi madre para comprarme unas hojas nuevas. Ahhh, ahí viene… buff, esta la he librado, pero la siguiente no la cuento”
-Oye, tú, sí tú, el zorro guapetón ese que está ahí debajo. ¿Sabes que tienes un tono de marrón igual al que puso de moda Valenciaga en los cuarenta? Y el negro cobalto de tu hocico es inigualable. ¿Has visto ese racimo de la izquierda, que maduro y jugoso está? Disculpa mi aspecto, ayer me cagaron tres pájaros y tengo un grano agusanado. Además, me hice análisis la semana pasada y resulta que provoco azúcar en sangre y acidez de estómago.
“Nada, que sigue saltando, dos saltos mas y adiós. A ver si encogiéndome un poco… Este cada vez salta mas bajo. Me da a mí en el rabillo que se está cansando, y ya no me alcanza”
-Qué, empiezas a cansarte, según parece. Se te va a salir la lengua del hocico. Y los ojos de las órbitas de tanto mirarme. Estoy buena, ¿eh? ¿A qué te gustaría comerme entera, notar la dulzura de mi jugo cayendo por tu garganta, reconfortando tu estómago, aliviando tu calor? ¿Has visto la redondez de mis granos, su perfecto tamaño, sus granos verdes con ese ligero toque dorado?
Salta, salta, salta, pequeña langosta, que por mucho que saltes a mí no me “degostas”.
Si es que no estoy hecha para animales como tú, yo soy un espíritu cultivado, superior, que solo se relaciona con seres de altos vuelos…. ¡Glup!
Y se la comió un águila

Moraleja: Siempre tenemos alguien por debajo…y por encima.

Elena Vicente

Aquí estamos, frescas, jugosas, apetecibles, pero muy, muy lejos…….
Lo has intentado con todas tus fuerzas, pero no puedes alcanzarnos.
Te has dejado todo para conseguirnos pero no llegas.
Te das por vencida y acabas diciendo que no te importa y ahora nos desprecias.
Admite que no puedes conseguirnos y que somos igual de apetecibles que antes.
Admite que te has cansado para podernos comer y no has podido.
Admite de una vez que has fracasado en tu intento.

No siempre vas a tener en la vida aquello que deseas y está bien que luches, pero que aprendas a aceptar la derrota, la frustración, el desencanto, porque son parte de la vida.

Si no hubieras sido tan bruta, a lo mejor podrías haber mandado un pajarito, pero previo pacto de regalarle al menos la mitad del racimo, que ya te conocemos.
Las cosas hay veces que también se consiguen sin ir tan de frente. Tú deberías saberlo, eres la más astuta del bosque.

También puedes probar con algo que esté más cerca de ti, fresas, frambuesas, grosellas…
Puedes volver a intentarlo hoy o más tarde, cuando maduremos.
Quédate en paz con lo que has aprendido. Te servirá en el futuro.
Ahora duerme.

Teresa Sanz Sánchez

Las uvas

En un lejano país, entre Realidad y Fantasía, donde el insigne Esopo bebía sus fábulas, crecía una frondosa parra. Todos los años daba las uvas más deliciosas del contorno. Este año presentaba unos racimos muy hermosos entre los que destacaban: “Sabrosona”, el más cercano al suelo y “Dulcenéctar”, situado en las ramas más altas. Los dos racimos, mediante un sofisticado sistema conocido como “internet-telepático”, estaban en constante comunicación. Por la mañana mantenían el siguiente diálogo:
- ¡Eh, “Sabrosona”! ¿Qué te pasa?... ¿No dices nada hoy?... ¿Estás enfadada por algo?
- ¡Calla, calla, “Dulcenéctar”! Todavía no me he recuperado del susto, se me ha puesto el pellejo como una pasa…
- Cuenta… ¿Qué te pasó?
- ¡Uf!, espera que tome aliento… ¿Recuerdas a esa zorra tonta que se pasa el día persiguiendo a “Liebresana”?
- ¡Ah¡, Esa… sí que es tonta. Dicen que las zorras son las más astutas, pues esta tiene de lista lo que yo de mantecado ¡Je...je! Pero sigue, que te interrumpo.
- Pues venía más cansada y sedienta que nunca. Empeñada en darme un bocado, la muy necia. Se puso a saltar como poseída. Yo me encogí todo lo que pude. Menos mal que no vio un cajón que estaba apoyado en la pared. ¡Casi no lo cuento!... por fin desistió y dijo: “¡Bah… están verdes!”, y se fue toda tiesa, la muy ignorante.
- No te preocupes “Sabrosona” que no se hizo la miel para la boca del asno. Ya verás, cuando llegue el otoño, durante la boda de la princesa Alicia, estaremos en el centro de la mesa presidencial…

Vicente M. Martín

Fábula de la zorra y las uvas

-¡Mirad, mirad, mirad quien viene por aquí chicas!
Las uvas más jugosas y vistosas de los alrededores, después de pasar toda la tarde aguantando un sol guapo, se alegraron al ver acercarse ansiosa la zorra que tantas veces pasaba sin fijarse en ellas.
-¡Ya por fin reparas en nosotras zorrita!
-Uy, ¡qué desesperada te encuentras bonita! Tienes sed, ¿verdad? Ven, acércate, prueba a ver si podemos saciar tu sed Doña Listilla…
-¡Pero si tú no puedes comer uvas bicha!
-¡Venga! ¡Querer es poder!.
-A la de una, a la de dos, a la de tres… ¡Inténtalo otra vez!
-¡Ay! Con lo guapas que ibas el otro día cuando pasaste de largo y no te dignaste a saludarnos… ¡Otra vez! ¡Así es! ¡No te rindas!
-¡Y otra vez! ¿Qué pasa amiguita! ¿Te cansas?
-Pero bueno… ¡Se cansa de verdad! ¿Te vas a ir ya?
-Pero bueno, ¡Se marcha!
-…
-¡ Se ha marchado chicas! ¡No me lo puedo creer! ¡Nos ha dejado plantadas! ¡A nosotras!
-¡Qué morro!
-¡La muy zorra!
-Con la ilusión que nos hacía…
-Pues, otra vez será, hermosas… ¡A ver si tenemos más suerte en Nochevieja!
Mientras tanto, se va alejando la zorra y al entrar en el bosque, encantada de la vida se encuentra un riachuelo.

¿Moraleja?
« Nadie puede presumir de ser imprescindible en estas tierras » ¿O no?

Sara Pérez


Entre el terruño y a lo lejos, caminaba un zorro. Pero no se desplazaba con el trotecillo elegante que tienen estos cánidos, mientras olfatean aquí una lombriz, y allá un roedor escondido en su madriguera; venía cojitranco y con la lengua fuera,  como un perrillo de amo poco cuidadoso. Cuando al fin sentó sus lomos sobre el suelo, se pudo apreciar que su estado era lamentable. Estaba beodo como un demonio. Sus ojos no eran capaces de ver, ni siquiera al racimo de uvas que tenía a dos palmos de su trufa. Mientras canturreaba un Cocaine, de Clapton poco gratificante, despertó a las uvas que estaban dormidas, ya que estas frutillas no tienen orejas y los ruidos, para despertarlas deben ser muy fuertes y estridentes. Cuando vieron al zorro tan cerca, su tonalidad cambio del verde al morado oscuro y las semillas cambiaron de lugar. Del centro, pasaron a la base y luego, de nuevo, ocuparon el centro. Una de ellas cayo de su peciolillo y fue a dar contra las uñas del zorro, que  no se enteró de lo sucedido. Allá arriba, entre los pámpanos, todo el colectivo de uvas verdes y moradas gritaban y se agitaban encolerizadas pidiendo al zorro que no desperdiciase la oportunidad que se le brindaba.  El zorro, no sabiendo por donde le venía el griterío, dio media vuelta y con su pata aplasto a la uva contra el suelo, dejándola muy herida.
Las “asistencias azucaradas”, que así se llaman las uvas, que tratan de recoger a sus compañeras tras la vendimia para tratarlas de recuperar psicológicamente para que sean trituradas en año próximo, no pudieron hacer nada para salvar la vida de la uva. La rotura de la pulpa, había diseminado las semillas. Incompatible para estar colgado en las vides, certifico el informe médico.
Mientras el zorro piropeaba a un gorrión, las asistencias depositaban a la uva fallecida una hojita verde sobre su cuerpo.  El refrán es sabio: Beber y comer son cosas que hay que hacer...

José Luis Moreno Gutiérrez

La uva

Soy jugosa y teñida de verde, con muchas amigas a mí alrededor,
en un lugar muy deseado por los humanos.
Hay personas que me saborean, pues sacio su paladar con mi zumo.
Otras, que no pueden saciarse con mi alimento, me olvidan,
me desprecian y…
Yo sigo siendo la reina del verde.
Tengo poder con mis compañeras, las uvas.
“La unión hace la fuerza”.

Sofía Montero

… Y mientras la zorra se alejaba, el profesor Xarel-lo; -parral centenario, emérito del Penedés y del Camp de Tarragona-; intentaba recuperar el pulso de su clase. Una clase que brotó tierna, con la pretensión de ser la última de un curso extraordinariamente extraordinario.
Sus uvas merecían unas vacaciones. Estaban perfectamente formadas. Muchas, la mayoría, rozaban la excelencia. Él lo sabía. La zorra lo sabía. ¡Pobre zorra!
- ¡Profesor! ¡Profesor! ¿Lo ha visto profesor? ¡Ha sido… ha sido lo más emocionante que me ha pasado esta mañana… ¡Se ha ido!... Saltaba y se ha ido…. Os juro que hubo un par de saltos que me arrugaron el pellejo. Pensé que nos alcanzaba. Pero … ¡no ha podido!... Se cansó… ¿Y si nos alcanza profesor?... ¿Y
- Pero ¡qué dices, parrala!.. “Pensé”… “Se me arrugó”…” Se cansó”… No ha podido alcanzarnos porque no midió. ¡Qué sabrá un bicho como ese de las alturas!. La altura no se consigue. Es una condición. Nosotras la tenemos. Ella no. ¿A que sí profesor Xarel- lo?
- ¿ Estáis pasas? No toméis más el sol. Os seca la pulpa. ¡Sólo decís “bobás”! Lo que ha “pasao”, es lo siguiente. La hemos “asustao” ¿A que sí profesor?
Fue después del tercer salto. Estoy “convencía”. ¿No os disteis cuenta de cómo le cambiaba la cara? Y la verdad …. no es “pá menos”…
¿Os imagináis como se tiene que sentir alguien, que por un instante, sea consciente de su soledad frente a un batallón de pepitas “escondías”, dispuestas a bombardearle en cualquier momento, desde cualquier ángulo y cuando menos se lo espere?
Tiene que ser … tiene que ser …. tiene que ser terrible. Se me pone el rabito de punta. Estar ahí y saber que en un momento tu piel puede quedar “destrozá”, tus ojos vacíos, tus patas rotas…; que desde ese momento vivirás “condenao” a la ceguera, al hambre, a la sed, al tropezón continuo, a la caída en el más espantoso de los precipiiiiiiii
- ¿Sí? ¿ Haríamos eso profesor?

--- Pequeñas… pequeñas….

- ¡Fantasma!
- ¡Orgullosa!
- ¡Cobarde!

--- Silencio.. silencio…. La zorra se ha ido porque no ha sabido pensar como llegar a vosotras; y no ha sabido pensarlo porque estaba más pendiente de ella que de lo que quería.

-¡Ohhhhhhhhhhhh!....... Dijeron a coro las uvas.
- Y por las pepitas. Tuvo miedo a las pepitas (se escuchó bajito)
---- ¡Parrala!
- Si profesor.
Haciendo uso de la paciencia que da el tiempo bien vivido; el profesor Xarel-lo preguntó:

---- Dime Parrala mete-miedos ¿qué hubieras hecho tú si te hubiera dado alcance la zorra?
- Atragantarla profesor. Estirar mi pellejo por su úvula para que no respirara. Forzar su tos. Salir “dispará” de su boca. Aspirar mis pepitas. Recoser mi pellejo y volver con “toas” volando a mi racimo.
Todas rieron. 
Bueno… todas… menos una “La pelleja”. La uva más perfecta de todo el parral en los últimos cien años. Seria, se hizo un hueco, y con la seda propia de su voz, cortó la carcajada.

- Dígaselo profesor. Dígaselo. Dígales que lo que esa zorra boba no ha conseguido, lo harán los humanos poco después de que la uva blanca asome su rostro en la tierra oscura; y que entonces no habrá pellejo que no se arrugue, ni altura que no se alcance, ni úvula que se atragante. Dígaselo profesor. Dígaselo. Dígales que no son nada. Que no serán nada. Que están para…
- ¡Pelleja!
De repente, dolía respirar
- ¿Es cierto eso profesor? Preguntó la parrala valiente al borde del llanto.
-¿Cierto? ¿Qué es cierto? musitó el parral.
Había trascurrido más de un siglo desde que una situación parecida… donde él…
Haciendo acopio de cuanta savia pudo; el profesor Xarel-lo, inspiró hondo, hasta la raiz; y convoco a sus recuerdos. Todos acudieron.

- Yo era un retoño cuando tuve la fortuna de presenciar lo inusual. Sin que nadie supiera cómo, la parra que no se vé y todo lo vé; arraigó en el predio colindante. Era del color de la uva que brilla en la tierra oscura. Casi siempre blanca, en ocasiones dorada; excepcionalmente rojiza. Su tronco, sus brazos, su cabeza, sus hojas, acunaban racimos de su mismo color. En cada racimo; brotaba una uva de arcilla que cuando maduraba caía al suelo, y al romperse, dejaba al descubierto su fruto: humanos, zorras, pardales…, liebres, hormigas, uvas… Todos brotaban de la misma parra y se alimentaban de una misma savia. Iban a clase siempre juntos y en los recreos jugaban a intercambiarse. Rozaban sus yemas y la zorra era humana y el humano, liebre y el pardal, hormiga….

Fueron días llenos de misterio.

Terminado el curso se dispersaron. Cada uno siguió un camino diferente. Muchas uvas decidieron que estas eran buenas tierras para cumplir su destino y saltando la verja que nos separaba, se quedaron a vivir aquí. Vosotras tenéis su pulpa.

Cuando todos se hubieron ido, la parra que no se ve y todo lo ve  también desapareció; parece ser que para arraigar en otro lugar y renovar el mundo ofreciendo retoños que se igualan al tocar sus yemas, porque todo es uno.

Es cierto, pronto, los humanos vendrán a buscaros. Os llevaran a sus casas. Cambiará vuestro estado. Os convertiréis en el elixir de la vida. Quien os pruebe, recobrará, la alegría de ser. Algunos, sentirán que sus yemas renacen, que su savia se fortalece, que es posible encontrarse; porque el mundo no se creó, el mundo se crea en cada instante; y vosotras, vosotras parralas sois parte de esa creación.
El silencio dominó el tiempo. Cayó la noche. La uva que brilla en la tierra oscura brotó regia. Su luz bañaba el sueño de todas como siempre. Sin embargo, ninguna tuvo el sueño de siempre.
Cuando llegó la mañana, las pequeñas despertaron con hambre de sol y el día les regaló lo que querían.
El profesor Xarel-lo continuaba callado. Sus raíces sabían que los humanos estaban cerca.

Ana Isabel Fariña

FÁBULA DE LA ZORRA Y LAS UVAS (VERSIÓN DE LAS UVAS)

Se encontraba la señora Uva dando clases a sus Uvitos del racimo. “Hoy os voy a enseñar una importante lección” comenzó, y se giró para escribir en la pizarra. Sin embargo, los gritos de pánico de sus alumnos la obligaron a volverse: Una zorra se acercaba acechante. La saliva que resbalaba por su lengua y colmillos indicaba sin lugar a dudas que estaba hambrienta. La profesora abrazó a sus uvitos y todos se apretujaron en lo más alto de la parra, observando con miedo al animal.
La zorra comenzó a saltar y a saltar tratando de alcanzarlos. Podían oír sus fauces cerrándose a tan sólo unos centímetros de ellos. Podían sentir su fétido aliento. Pero pronto se hizo evidente que, a pesar de ser tan grande, de tener esos dientes tan afilados, de ser tan ágil y tan astuta, no podía alcanzarlos encaramados allí arriba como se encontraban.
Al fin el animal se rindió y emprendió otro camino, con la cabeza gacha.
“Esta es la lección que quería enseñarles hoy queridos uvitos, lo importante que es llegar a lo más alto”

Alicia Alonso