Poesía a la carta

La sesión del día 19 de mayo la dedicamos a la gastronomía. Fue un gusto de actividad. Tomamos "Renglones al roquefort", "Cocido de ceros", "Chuletas de Matemáticas" y "Helado de lágrimas", un menú cocinado por José Ramírez Lozano y aliñado con las ilustraciones de Riki Blanco (Sopa de sueño y otras recetas de cococina, Kalandraka).


En la sesión hablamos de Alejandro Dumas, un gran cocinero, además de escritor. Él ya intuía por dónde iría la cocina moderna y la deconstrucción de los platos:

El gran escritor Alejandro Dumas era un famoso gourmet y cocinero que escribió un libro de recetas de cocina donde figura la del famoso "Asado Emperatriz", que es como sigue: «Se toma una aceituna rellena con anchoas, y se coloca en el interior de una alondra limpia; la alondra se coloca dentro de una codorniz, ésta dentro de una perdiz y ésta a su vez se pone en un faisán. El suculento y aristocrático faisán se coloca a su vez cariñosamente dentro de un pavo, y el pavo, por fin, se embute en la cavidad abdominal de un cochinillo no demasiado grande, que se cierra al exterior muy pulcramente. Todo este paquetito se pone en una cazuela de asar bien untada de manteca y, según arte, vertiendo constantemente encima el mismo jugo que de él se desprende, se le deja asar a fuego lento. Cuando uno juzga que ya está a punto, se va procediendo en el sentido inverso, o sea, se sacan el pavo del cochinillo, el faisán del pavo, etc. Y así hasta que se llega al colmo de esta delicia culinaria, es decir, a la aceituna, en cuyo interior se alberga la sabrosa sinfonía de la anchoa». 

La tarea propuesta fue escribir una receta literaria. Aquí están algunos de los trabajos presentados:


Hoy menú

Adivina
Veo tus ojos mirones y oigo tus quejidos al caer en el aceite humoso.
Chas chas que teje tu can-cán de puntillas de sol, que ya esculpido toco con mi lengua.
Bailas.
Inspiro aroma de oliva

Luna de cebolla
La cebolla es la cara de mi regordeta amiga.
Con la cebolla yo hago una marioneta.
Cuando la pelo, la cebolla sabe a noche de luna llena.
Un día probé la cebolla y me llené de luna.
Si la cebolla tuviera alas yo tendría una amiga marioneta de cara regordeta volando en las noches de luna llena.

Receta mortal
Poner al muerto sobre la cama sin miedo, entre sábanas blandas, limpiamente, con paciencia.
Masticar con cuidado palabras y besos.
Tragar poco a poco durante las noches de otoño.

Aronbanda



Promesas rellenas de sueños

Prometo firmemente cocinar dulces sueños a fuego lento, removiendo con cuchara de palo el quemado y negro poso dejado por los malos sueños.
Ya ablandada la costra de sueños rotos, se entierra en el jardín en noche de luna nueva.
Agregar en cazuela de barro, ya limpia y puesta entre las cálidas brasas, dulzuras y ternuras.
Una vez cocido todo, con paciencia, retirar lo amargo y dejar sólo lo sabroso y exquisito.
Probar ya, y saborear los sueños dulces ya cocinados.

Aronbanda


Promesas rellenas

Tomamos nuestra promesa y la ponemos a pochar (tiempo imprescindible para que transcurra el tiempo acordado, quizás una eternidad).
Picamos unas palabras de sinceridad y las rehogamos con una pizca de compromiso.
Mezclamos las promesas con la sinceridad y el compromiso haciendo una masa rica en comprensión y leal hasta el final, la rellenamos con amor.
Ponemos en el horno o en el ara de nuestra devoción, tras aderezarlo con especias de súplicas, ruegos y oraciones universales.
Tras una larga jornada, emplatamos de tal manera que la promesa sea el grueso del convite en esta realidad matrimonial para lo bueno y para lo malo.
Acompañamos con vino rosado y pan de cebolla, los postres harán que la promesa nos haga protagonistas de un enlace para toda la vida.
Salud.

Mª Teresa Mendoza


Unte de paté de higaditos de pollo

El sabor de un montadito
en la boca de Manuel
se derretía con fuerza
al bañarlo de “paté”,
de higaditos con el pan
jugoso y rico a la vez.
Cristina se lamentaba
al no poder comprobar
lo rico que esto sabía
y no podía probar.
-Es sabroso, - le decía
Manuel, cuando masticaba.
Y Cristina respondía:
-Dame un poco, tengo ganas.
-No quiero que te haga daño,
ni te sientas mal por mi.
-¡Qué fresco!,- dijo Cristina;
cuando tenga mi paté,
no comerás ni un poquito
por egoísta y cruel.
-Probarás por esta vez.
-Son higaditos picados,
¡qué delicioso paté;
acompañados con pan
en mi boca lo sabré.

Sofía Montero


Suspiros fritos (2 personas)

Ingredientes:

· 50 suspiros recién emitidos de poeta enamorado de la vida.
· 2 lágrimas con rímel de estudiante de 4º de psicología en Salamanca.
· 7 granos de arena recogidos al amanecer en una playa iluminada por la luna llena.
· 1 lechuga de “hoja de roble” cultivada por el poeta de los suspiros en tierras cantalapetrenses a orilla de la ermita de nuestra señora de la misericordia.
· 2 campanillas con un pétalo de rosa roja cada una.
· 50 gramos de polvo de hadas procedente de bosque gallego en las riberas del Miño.
· 3 cucharadas de aceite puro de oliva virgen.
· 2 besos de enamorada.
· Sal… entra… vuelve a sal-ir… y te quitas los calcetines.
· 1 grito… ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

Elaboración:

Se ponen a pochar en una cazuela con un poco de aceite las 2 lágrimas con rímel de estudiante de 4º de psicología de Salamanca, los 7 granos de arena recogidos al amanecer en una playa iluminada por la luna llena, lo sazonamos ligeramente.
Limpiamos cuidadosamente los suspiros, les quitamos todo rastro de tristeza, solamente le dejamos emoción.
Calentamos la sartén con el aceite puro de oliva virgen, vamos depositando con cuidado y de uno en uno los suspiros limpios y dejamos que se vayan friendo a fuego lento.
Mientras se van friendo los suspiros en un bol después de lavar la lechuga “hoja de roble” la troceamos y la mezclamos con el polvo de hadas, sazonamos y lo dejamos a un lado.
Emplatamos por un lado el contenido de la cazuela que pochamos, la mitad para cada plato, luego vamos colocando de dos en dos cada suspiro hasta completar los 25 por cada plato, en el lado izquierdo de cada plato servimos la lechuga con el polvo de hadas. Terminamos de emplatar colocando en el centro la campanilla con el pétalo de rosa roja y el beso de enamorada
El grito queda para el final una vez lo probemos. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAh!

Vicente M. Martín


Ensalada de besos

Ingredientes: (para dos personas)
Selección de besos al azar. De primavera, verano, madrugada, nocturnos y uno de compromiso para ponerle picante. ( minimo 10)
Aire en soplo suave.
Saliva virgen extra de primer roce en frio.
Pellizco de mejillas sonrosadas.

El bol lo pone una con su arrebol, trenzas largas como cucharones de remover para servir templada porque fria no gusta y caliente no se haria otra cosa.
Este plato es para acompañar(se).

Carmen Alonso

La cebolla es el remolino de un regato al ser engullido por una alcantarilla.
Con la cebolla yo recorro el mundo entero una y mil veces sin salir de casa.
La cebolla sabe a caracol que no ha sabido salir de si mismo.
Un día probé la cebolla y no dejé de darla vueltas hasta el dia siguiente.
Si la cebolla tuviera alas yo la enseñaría a volar haciendo círculos y sería mi peonza de las nubes bajas.

Carmen Alonso


Puré de lágrimas

En una cazuela honda se mete el desamor, bien desamado durante días, los recuerdos macerados en vino, clavo y unas gotitas de limón. Se rehogan lentamente hasta que comiencen a erizarse en el fondo del recipiente. Antes de que empiecen a saltar, se les añade un puñado de traiciones, variadas y sin tamizar, alguna mirada esquiva, una palabra a destiempo y alguno de los largos silencios que solemos guardar en la despensa. A fuego lento y con cuchara de palo mover pausada y uniformemente hasta que la mezcla alcance consistencia.
Al punto de la ebullición, indispensable: estar dispuesto a triturar o ser remolino.

Pilar Luengo


Sueños crudos

Por más que intento cocinarlos:
un hervor,
dos,
vuelta y vuelta,
un golpe de horno,
a la plancha y con guarnición…
el día me los devuelve sangrando.

Pilar Luengo


Verbos Fritos

Veo tu clara expandirse en anárquica libertad,
sin perder la referencia de tu corazón de yema.
Oigo tu crepitar bullente de ideas caprichosas y profundas.
Toco tu yema tan erguida por principios y que tan frágil cede al pan.
Huelo tu aceite, hirviente en la conciencia de saberse incoherente.
Pruebo tu todo, sabrosa mezcla de contradicciones.

Miguel Ángel Pérez


Ensalada de Sueños

Puntualizar que se necesita una cantidad muy variable de lechuga para su elaboración, que tiene mucho que ver con la fantasía, la ambición y los deseos del cocinero o cocinera.
Se recomienda utilizar la mayor variedad posible de lechugas, pero predominando las de hoja verde esperanza. Las personas poco fantasiosas y muy ambiciosas suelen preferir la variante preparada con pasta.
En la variante que vamos a preparar hoy utilizaremos un camión lleno hasta arriba de lechugas frescas, recién cortadas. Las lavaremos dejándolas en remojo en agua de río o arroyo, nunca de estanque (en caso de apuro recurrir a agua de lago). Verter en el agua de lavado unas lágrimas, mezclando las de emoción y de pena, en pequeña cantidad o se pochará la ensalada.
Añadiremos una casita, no demasiado opulenta (las mansiones son mucho más insípidas), lo más acogedora posible.
Pelar y picar cuatro o cinco ocupaciones. Que a lo sumo dos sean trabajo, el resto pasatiempos.
Espolvorear a partes iguales recuerdos de viajes realizados con anhelos de viajes pendientes.
Salpimentar con una compañera o compañero (a elegir) con el que se coincida en al menos dos tercios de los ingredientes de esta ensalada.
Añadir niños al gusto.

Miguel Ángel Pérez


Promesas rellenas

Tomar sueños en conjunto,
Rellenarlos de verdad
Y servirlos a la amada
A la hora de cenar.

Tomarse bien calentito
Cuando se vaya a dormir,
Sazonados de arrumacos,
Y dan sentido al vivir.

Miguel Ángel Pérez


Caricias Salteadas

Ingredientes:
Un Homo Sapiens (macho, hembra, mambra o hemcho)
Aceite de lavanda (imprescindible)
Sal
Pimienta
Un pellizco de azucar
Licor (opcional)
Aceite del salto de un Delfín violeta (recomendado)
Para la maceración (si fuera necesaria) ver procedimiento.

Procedimiento:
Seleccione con cuidado la pieza que desee saltear.
Antes de trabajarla, valórese su estado.
Todas sin excepción son apropiadas para este hacer, pero no todas han de trabajarse de idéntica forma. No responden igual.
Existen algunas piezas muy fáciles de cocinar, es cierto. Pero también existen otras que compartiendo idéntica materia prima, demandan una elaboración ligeramente más compleja. Cubiertas por una costra fina apenas perceptible son, sin duda alguna, un reto culinario inolvidable. Saber ver esa cubierta y aprender a derretirla es la clave para que el plato se convierta en un manjar exquisito. Capricho gastronómico por el que los mismos dioses -en más de una ocasión- han llegado a renunciar a su destino inmortal.

Para realizar adecuadamente este paso, -estimar su naturaleza-, conviene no dejarse llevar únicamente por la vista. Hay que utilizar todos los sentidos.
Su presentación en el mercado puede resultar equívoca, bien por el envoltorio con el que el establecimiento donde se adquieren las adorna; bien por esa característica propia del cuerpo que en esta ocasión se ha de manejar -ese jugo interno que en ocasiones fluye al exterior del mismo y se petrifica, esa película de escaras fina e invisible de la que hablábamos hace un momento- Ambas circunstancias, si no se identifican, pueden trasformar el goce creativo de los fogones en pesadilla de tal magnitud que fuerce a quien la sufre a enfriar sine die el entusiasmo del más paciente Chef de Cuisine.
Siendo así, para realizar adecuadamente este paso, -estimar su naturaleza-, puede proceder del siguiente modo:

Unte ligeramente las palmas de sus manos con aceite de lavanda -el de la Provenza es delicioso por sus evocaciones, pero los hay de idéntica calidad en cientos y miles y millones de lugares-
Roce con sus yemas una zona cualquiera del elemento a tratar.
Si nota cierta tensión inicial que al instante cede, y con un ligero temblor se abre, esta en su punto.
Si no es así, habrá que macerarla.

Para la maceración -cuando es necesaria-; hay quien opta por cubrir el fragmento endurecido con un agua de fuego escocesa durante un periodo de tiempo más o menos considerable. Nuestra experiencia profesional indica que este procedimiento por si solo, ablanda pero no esponja. Lo mismo sucede cuando se empapa en leche sin más.
Es por ello que, nuestro jefe de partida, cuando se enfrenta a una situación de este tipo, lo que recomienda es preparar un ungüento con los siguientes ingredientes:

- Un cuarto de Baba del Caracol más viejo del mundo (de venta en establecimientos húmedos)
- Cinco gramos de raíz de loto rosa
- Tres lágrimas de búho
- Dos colas de lagartija
- Un pellizco de rayadura de horizonte (sirve el más cercano)
- Una hebra de la melena de un león dormido (opcional)
- Tres alas de la libélula
- Una gota de leche de elefanta (más cantidad ahoga la mezcla) y
- Dos dedos de sangre de dragón (si no es temporada, la de unicornio también es apropiada)

Mézclense todos estos fundamentos con la remera de un águila en el caparazón de una tortuga gigantesca. Cúbrase con la piel de una nube blanca y déjese reposar a temperatura constante.
Cuando los elementos citados se acoplen, introduzca la pieza y espere.
En breve, una espuma oscura saldrá a la superficie. Si la prueba, comprobará su triste sabor a amargura. De hacerlo, escúpala inmediatamente, puede resultar tóxica. La cate o no la cate, retírela con una pata de pato. Hágalo con mucho cuidado. Un pequeño resto es capaz de contaminar todo el plato e intoxicar a quien lo ingiera.
Una vez limpio el cuerpo, cuele la pomada y deje que la pieza repose. No tenga prisa, que la mantequilla la penetre, que se fusione con su materia. Esto puede llevar un infinito, medio o dos. Depende de lo que tarde en germinar el loto.

Prepare la sartén. Engrásela con un buen aceite, (el que se obtiene del salto de un delfín violeta da mucho juego).

Mientras todo esto sucede, prepárese una copita de licor y disfrute de alguna golosina Distraerse en la espera es fundamental. No olvidar lo que se esta haciendo también. El distralvido (del que hoy se habla tanto en las escuelas gastronómicas de alto standing) le hará no molestar constantemente el reposo de la pieza que yace bajo una nube en el lecho de una tortuga. Hacerlo, podría cortar la mezcla. Y recuerde, recuperarla es labor bastante más complicada que recuperar una mahonesa cortada. No sirve sólo con batir huevos.
Cuando comience a oler a mar, encienda el fuego (si es de gas mejor por razones obvias)
Tome el cuerpo ya macerado con las manos, notará cierta tensión inicial, que cede rápidamente. Se abrirá sin esfuerzo.
Salpimientelo
Un pellizco de azúcar dará más fuerza al sabor.
Fraccionelo con mimo y colóquelo sin más en la sartén.
El fuego hará el resto.
Si quiere que el "bronceado" resulte perfecto, saltee a la temperatura adecuada. Ha de conseguir que sea alta. Que las llamas abracen cada fragmento con fuerza suficiente para que la caricia se haga también por dentro. De lo contrario obtendrá un plato chamuscado, doradito y crudo. Un menú poco grato.
Hay quien antes de emplatar flambea con un licor.
Hay quien emplata directamente.

En este punto señalar que la versatilidad de esta receta es tal, que el emplatado puede ser tan variado como desee. Hay quien lo consume únicamente con crema de luna. Un lujo, no hay duda. El jefe de partida de esta casa recomienda jugar con otros ingredientes. Asegura que el resultado puede ser divino.

Dicho esto, recuerde, si la cocina le llama escuche bien la voz de los elementos culinarios que vaya a manejar antes de comenzar su faena y continúe escuchando hasta finalizar la misma. Saber ver y saber escuchar, aprender a oler y a tocar, harán de usted un verdadero chef, capaz de preparar cualquier tipo de receta con los ingredientes más sencillos y los utensilios más rudimentarios. Sólo entonces podrá ofrecer y disfrutar del exquisito sabor de lo cotidiano, como por ejemplo, unas caricias salteadas.

Ana Isabel Fariña


Sopa castellana de amor
(Para toda la familia)

Al calor de la lumbre, se arrima un cazo, relleno con agua de manantial recién recogida, cuando hierva de amor, se salpica generosamente de vocales y consonantes, un puñado por cada persona, y se remueve sin parar durante diez minutos, cuando se sirve en los platos, siempre aparece la frase "amor a fuego lento".

Luis Iglesias

4 comentarios:

  1. Un placer leeros compañeros. Hay algunas piezas muy delicadas.

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  2. Arabanda: Hola, encantado de leerte.
    Me gusta ese entierro en el jardín de la costra de sueños rotos, en noche de luna nueva. La receta mortal me da un poco de “yuyu”. Muy bien Arabanda.

    Teresa: Creo que algunas veces esas promesas no son para toda la vida, sobre todo si alguna sale defectuosa… la indigestión puede ser mortal. Muy bien Teresa.

    Sofía: Ricos, ricos el unte de paté de “higadicos” de pollo. Muy bien, Sofía.

    Carmen: Me quedo con el beso de compromiso para ponerle picante…. ¡je…je! Muy bien, Carmen.

    Pilar: Más de una vez me ha tocado probar un “puré de lágrimas”. Los “sueños crudos” los tomo para la merienda, en alguna ocasión me han sentado mal pero los prefiero antes que las “sopas de tristeza”.
    Me gustan tus escritos, se ve la mano de la profesionalidad (guardiana de las palabras). Muy bien Pilar.

    Miguel Ángel: Empieza a creer que eres un buen escritor (¡quiérete más! es muy bueno para la salud), los trabajos de la vida si se toman con “sosiego” no hacen daño. El sosiego es un ingrediente mágico… le da a todo como más color. Dicho esto, me encantan tus verbos fritos, tu ensalada de sueños y tus promesas rellenas…
    Anima los comentarios sino con ¿quién me meto yo?... Muy bien Miguel Ángel. Mucho ánimo.

    Ana: ¡Ana!... si me faltaba mi Ana… Caricias salteadas… deliciosas… me quedo con el aceite del salto de un delfín violeta…
    Sentado en una playa del mediterráneo al amanecer (que yo soy un poco alondra) contemplando como los primeros rayos solares empiezan a balancearse con las olas, esperando ver el salto del delfín violeta, al lado de unas caricias salteadas a punto de ser notadas rozando la piel, recién elaboradas por una dama sensible y tierna, puede ser lo más parecido a ese paraíso terrenal perdido por culpa del “bobo” de Adán… ¡en fin!
    Ana, ¡¡¡ahhhh!!! (un suspiro), muy bien… “deliciosas tus caricias salteadas”.

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  3. Luis: Entrañable "sopa castellana de amor". Muy bien, Luis.

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  4. Aronbanda, Vicente, Aronbanda, que no te lo acabas de aprender.

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