¿Más que mil palabras?

La sesión del lunes, 1 de junio, la dedicamos al cine y a algunos libros de poesía que toman como referencia en sus títulos o en el desarrollo de los poemas el séptimo arte: El amante discreto de Lauren Bacall de Luis Felipe Comendador o La sonrisa de Audrey Hepburn de Sonia Betancort.


También leímos algunos textos de la antología Viento de cine (El cine en el poesía española de expresión castellana), de cuya selección, introducción y notas se encargó José María Conget y que está publicado en la editorial Hiperión.

Presentamos, a modo de muestra, dos de los textos recogidos en la ficha de trabajo; un microrrelato de Manu Espada titulado "Atrapado" y un poema de José María Merino:

Damián quedó atrapado en una cinta de súper ocho el día de su primera comunión. Su padre le grababa mientras cortaba la tarta, y ahí permaneció para siempre, con ese gesto bobalicón de por vida, encerrado en una película a perpetuidad. Cuando lo echaban de menos, ponían el proyector y veían su imagen en el gotelé de la pared con esa mueca infinita de satisfacción cortando el pastel en porciones y repartiéndolo entre sus primos. Al cabo de varios años se impuso el VHS y la película quedó olvidada en un desván, junto al proyector. Damián se aburría en los fotogramas de la cinta. Era la única persona real en la película. El resto tan sólo eran imágenes de sí mismos. Al cabo de varios años, en un ataque de nostalgia, sus padres subieron al desván, cogieron la película y la proyectaron de nuevo. El niño volvió a repetir el eterno gesto de cortar la tarta varias veces. Le costaba moverse. Estaba entumecido. Tantos años inmóvil. Se miró las manos. Arrugadas. Viejas. Se había convertido en un anciano. Frente a él, tras el proyector, dos niños de ocho años lo miraban con ternura.

* * *

Las madres se vestían para el cine

Las madres se vestían para el cine
lloviéndose perfumes
encima de sus sedas inasibles.

Aún
había en su corazón luto por Leslie Howard,
pero los nuevos bellos esperaban
con su virilidad de celuloide.

De qué tejido eran, azules o rosadas,
inconsútil es,
aquellas ropas propias de Minerva
o de Juno.

las madres, íntimas y solícitas, movían
como ramos las medias, se ceñían
las perlas cultivadas, aplacaban
las furias puntuales, exhalaban
un aire jardinero
y una movilidad de antorcha o de ramaje.

Marchaban taconeando
y dejaban la alcoba cálida y rumorosa,
dejaban
horquillas y destellos,
suspiros,
amnióticas riadas.

Nosotros 
nos zambullíamos en la luz amarilla,
como recuperando los orígenes.


La propuesta de escritura consistió en redactar la biografía de un personaje (actor/actriz, director/directora) con los siguientes datos: Nace en Pedrosillo el Ralo (Salamanca) en 1912 y muere en Venecia -durante el transcurso del Festival de Cine- en el año 2013.
Una vez iniciada la tarea los participantes en el taller tuvieron que incluir cinco palabras en su texto (papel, mandarina, sábanas, alfombra y claqueta). Cada una de esas palabras fueron lanzadas al aire, a golpe de claqueta, a lo largo de la actividad. Era requisito indispensable incluirlas en la biografía en el momento en que eran presentadas.

Estos son los trabajos de algunos de los participantes en el taller:


Ana María Gutiérrez

Nació en Pedrosillo de Ralo (Salamanca) en 1912.
Fue la mayor costurera del pueblo cuando era pequeña, aunque su gran pasión fue el papel que interpretó en su primera película que se llamó El Violín (!923) donde hizo de una mujer muda y su gran pasión por la música y el instrumento.
La pequeña tienda de costura la cambió por la siguiente película que se llamó La Mandarina ( 1930) donde interpretó una joven repudiada de los nazis. La siguiente película que filmó fue La Sábana (1935) que ganó el Festival de las Artes a mayor interpretación de su carrera.
En ese año, actuó junto con otro grande actor y el cual se convirtió en su marido. Al año siguiente, se casaron.
Pero ella nunca quiso tener hijos.
Compró una alfombra por el capricho de su marido en el primer viaje que hicieron a Tailandia.
Allí se enamoró de un mono que estaba todo el día colgado de su brazo y el cual compro por capricho personal. Al mono le llamó Emilio.
En los años 40, sobrevivió a un accidente de coche y en el año 50 su marido se mató en otro accidente dejándola sola aunque ya en 1960 dirigió una película que se llamó Una Forma de Buscar la Vida, eran relatos de Jóvenes, utilizó la claqueta durante todo el rodaje de la película.
En los años 80 y 90 los dedicó a publicar un libro auto gráfico llamada “Mi Vida”.
Durante el período 2000-2012 lo dedicó a viajar por el mundo y descubrir nuevas culturas y religiones.
En el año 2013 en Venecia al finalizar su jornada turística por el mundo, muere debido a un fallo cardíaco.

Iria Costa


Historia no real de Orson Welles

Orson Welles, nació por casualidad, en la localidad salmantina de Pedrosillo el Ralo, el 1-06-1912. Su padre hacía el papel de malabarista y su madre era domadora de leones, en un circo itinerante que recorría los pueblos de Castilla y León.
Eran años de miseria y sacrificio, en las actuaciones apenas recibían alguna moneda, les solían dar lentejas, alubias, garbanzos, productos que se cosechaban en los pueblos por donde pasaban, en invierno incluso sacos de paja para calentarse. En una ocasión recibieron ocho mandarinas, de unos espectadores valencianos que pasaban por el pueblo. Dormían en las mismas carretas en las que se desplazaban, tapándose como podían con alguna sabana o manta que usaban en los espectáculos.
La afición al cine, le vino desde pequeño, ya que en el mismo circo, proyectaban películas de Buster Keaton y Chaplin; se conocía de memoria las escenas de "El chico", "Una mujer en París" y "La alfombra voladora".
A los 20 años, comenzó a realizar reportajes cortos, de la vida de los personajes que había conocido en los pueblos por los que había vivido.
De todas las películas que hizo en su vida, "Ciudadano Kane", recibió una buena critica. Siempre le gusto filmar en blanco y negro, pensaba que los personajes y paisajes reflejaban mejor la realidad, la vida entonces no era de color de rosa.
No creía en los festivales, si bien acudía como espectador y se veía todas las películas que podía. Murió de un infarto en un cine de Venecia el 1-06-2013; Cuando abrieron el testamento, extraño que dejara el sillón de Director, la claqueta y fotografías de sus películas, al Ayuntamiento de Pedrosillo el Ralo, lugar que no llegó a conocer, pero que recordaba con cariño por lo que le habían contado sus padres.

Luis Iglesias


Ni huérfana ni bollera

Carla Boyera vomitó al recibir los típicos azotes que se le propinan a los bebés poco después de nacer. Y pronto manifestó intolerancia a la lactosa y al gluten y alergia a los cítricos y también a su hermano, el pequeño Jorge, quien murió ahogado en extrañas circunstancias una mañana en la que ambos se acercaron a jugar al río.
Carla maduró pronto. La pubertad la cogió de improviso y al cura, tras percatarse de este hecho, se le ocurrió que la chica podría ayudar económicamente a la familia sirviendo mesas en el restaurante de un conocido suyo en la capital de provincia, una por entonces decadente Salamanca encerrada todavía entre sus viejos muros.
A una aún tierna y adolescente Carla le tocó pronto interpretar su primer papel el día en el que un joven apuesto la invitó a tomar café en su casa. Y es que el joven, aunque ciegamente enamorado de la niña, se negaba a proceder a artes mayores sin el permiso previo de su familia.

–Tienes que presentarme a tus padres.
– Ah no, por eso no te preocupes. Soy huérfana desde hace años.

Y desde entonces lo fue, ciertamente, pues nunca jamás regresó al pueblo, ni siquiera para arrojarle mandarinas al idiota de Andrés, su primer pretendiente. ¿Por qué no regresó? De nuevo el joven apuesto tenía la respuesta. Resulta que era el director de una compañía de teatro con la que ambos viajaron alrededor de España interpretando Carla el papel de Doña Inés, siempre cómoda bajo las sábanas, siempre fiel amante de su Don Juan.
Fue entonces, ya con los treinta amenazando la turgencia de sus pechos, cuando a la salida de un teatro sevillano fue abordada súbitamente por Clavellini, un director italiano de ese estrambótico invento llamado cine. Carla se mudó con él a Roma donde sobrevivió a la posguerra rodando películas neorrealistas sobre prostitutas que debían levantarse temprano para servir cafés, robar alfombras, llevar a sus hijos al colegio o cualquier otro menester.
Y la vida siguió. Y el mundo del cine se olvidó pronto de ella, aunque no su estómago, igual de reticente que siempre a la lactosa, al gluten y ahora también a su marido, al que dejó por un jugador profesional de tenis con quien se mantuvo esbelta y saludable a base de ejercitarse a cualquier hora del día. Alejada de los circuitos comerciales, Carla ya solo rodaba escenas para producciones caseras algo subidas de tono.
Aun así –es difícil saber cómo–, la llamaron para asistir a la Mostra, donde recibiría un homenaje por toda su carrera. Esa misma noche, mientras estaba siendo presentada por Lorenza Sophia, escuchó entre el público un rumor que creyó entender del siguiente modo: “Esta miente hasta por el apellido porque ya me dirás qué tiene de bollera esta putona”. Cabreada, Carla, a pesar de sus cien años, quiso revolverse en el asiento para golpear a la presunta autora de tan insidiosa afirmación como si el chasquido de una claqueta al cerrarse le hubiera anunciado la necesidad de actuar de nuevo. Pero justo cuando su puño se acercaba a la mejilla de la señora sonó por megafonía una voz parecida a la de su madre que decía “¡corten!” Carla Boyera murió de un ataque al corazón. Así acabó su agitada vida.

Juan José Lobato


Vida y muerte de Juan Escribano Fernández

Nace en Pedrosillo el Ralo, provincia de Salamanca, año 1912. Muere en Venecia (Italia) en el trascurso del festival en la ciudad, en el 2013.
Durante la niñez, vive en el campo soñando aventuras, que se harán realidad.
A los veinte años comienza a expresar sus sentimientos, que unidos al gesto, desbordan pasiones.
Participa en diversas representaciones de teatro dentro y fuera de su pueblo. Su mayor ilusión es intervenir en el cine con papeles de protagonista en diversos cortos.
Más tarde, en 1930, se traslada a Salamanca, donde representa, como guionista y protagonista, cortos titulados: “Reflexiones en el campo”, “El mundo de Ana”, “La casa de las ideas” y “”Caminos en azul”.
Durante el verano, en barrios de Salamanca, se proyectan sus cortos al aire libre.
En 1950 pasa a dirigir películas: “La vida sigue”, “Las calles me hablan de ti”, “Diálogo en la ciudad” y “ Sonrisa de cristal”. Recorre distintos lugares de España y parte del extranjero.
En 1960, gana un Oscar en Hollywood por el mejor director en su película: “ El viento atrapa las palabras”.
Durante varios años, sus trabajos como cineasta, se proyectan por los distintos puntos de la geografía.
En 1980 se traslada a Venecia( Italia). Allí comienza a escribir teatro: “Muerte Salvaje”, “Horas en el mar” y “Llanto por una vida”. Se convierte en director y guionista de dichas obras, con personajes de gran calidad en el mundo escénico. El éxito está asegurado.
En el año 2000 escribe guiones de cine y teatro, mezclando ambas cosas con el sabor de una mente aún lúcida y a la vez, mágica.
Hacia el año 2012, en su Venecia querida, vuelve a dirigir representaciones de cine con múltiples secuencias a golpe de claqueta. Su exigencia es exhaustiva. La mente permanece intacta, pero su cuerpo percibe pequeñas deficiencias que limitan su trabajo como cineasta.
En el año 2013, en el festival de Venecia, presenta su último trabajo como guionista de cine: “La muerte es leal”. Días más tarde, muere de un ataque al corazón realizando su último guión de película, titulado: “ El último amor”.
La vida de Juan se evapora en un instante, pero su pensamiento quedará sellado en sus escritos a través del tiempo.

Sofía Montero García


La atípica vida de Elena Soto

Elena Soto nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo, un pueblecito perdido de la provincia de Salamanca.
En su adolescencia descubrió el teatro gracias a las Misiones Pedagógicas impulsadas por la República y se enamoró de él. Con un papel secundario participó en una obra organizada por el alcalde del pueblo, que pretendía presentar a un certamen en la capital pero que no llegó a nada.
Se marchó, por necesidad, a la recogida de la mandarina en Valencia, donde la cogió el Golpe de Estado. Huyendo de la guerra llegó a Barcelona y conoció a un director mediocre que le prometió un papel protagonista. La obra se estrenó en una plaza con una sábana como telón.
Antes de la caída de la Ciudad Condal, pasó la frontera a Francia acompañada del director, con el que había iniciado una relación sentimental. Los años en París fueron difíciles y confusos. Destacar que trabajó limpiando las alfombras del Moulin Rouge y que actuó como bailarina noches sueltas sustituyendo a alguna de las chicas. Sigue intentando introducirse en el mundo del cine, pero solo consigue papeles de figuración.
Cumplidos los 70 y tras haber vuelto años antes a España para vivir la transición, consigue un papel como abuela de un toxicómano. La película es considerada por los críticos una de las visiones más realistas de las consecuencias de la Movida, por lo que Elena obtiene un cierto reconocimiento y comienza a ser una imprescindible en su franja de edad.
Con casi 100 años se pone detrás de la claqueta, cansada de ser una secundaria de su propia vida, y decide llevar su vida a la pantalla, demostrando su dura lucha por mantenerse cerca de su sueño y hacerse un hueco en el mundo del cine. Su obra, un paseo por un siglo de vida, muestra la evolución del arte y la política de Europa. Por ello es elogiada por la crítica y se convierte en un éxito de las salas de cine alternativo. Deciden exhibirla en el Festival de Venecia, donde, justo cuando termina, entre aplausos, la película y a punto de cumplir los 101, Elena muere con una sonrisa en los labios.

Leticia Vicente


Se le apagó la luz

Alejandro Películas nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo. Su apellido marcó su propio destino, no por su afán peliculero, sino por llevar sus fantasías a la gran pantalla y convertirse, de este modo, en el cineasta más afamado del panorama español.
Ya desde corta edad mostró un interés especial por los libros. La abuela, quien postrada en su cama, se distraía día y noche leyendo y comentando, contando e inventando historias, alimentó su imaginación hasta el punto de que el propio Alejandro confundía la realidad y la ficción. Su interés iba más allá del simple argumento y su cabeza, en continuo movimiento, imaginaba continuamente escenas, personajes o decorados que acompañaban a la trama.
A la muerte de la abuela, se dio cuenta de que no podía permanecer en la casa ni un minuto más, pues le faltaba la persona más importante para comentar las historias. Al día siguiente del entierro, con tan solo 16 años y sin apenas estudios, metió sus pocas pertenencias en una pequeña maleta y se dirigió rumbo a la capital donde intentaría encontrar un trabajo que le permitiera vivir con dignidad.
Y lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió! Nada más pisar el foro, en la estación ferroviaria de Chamartín leyó el siguiente anuncio: “Se precisan figurantes para rodar una película de época en la capital”. No sabía cuánto pagaban ni qué significaba aquello, pues nunca había oído hablar antes de figurantes. Sin embargo, un pálpito le decía que tenía que estar presente.
Y al lugar de las pruebas se dirigió. Aquella aparición fugaz en la película le ofreció la oportunidad de entrar en contacto con el mundo del celuloide.
Su actuación fue lo que menos le interesó. Sin embargo, durante el rodaje no perdió detalle en la labor realizada por el director al que, al final del día, abordó sin ningún tipo de miramiento y le dijo: -“Quiero trabajar para usted. Este es el trabajo que he decidido realizar en mi vida y deseo estar a su lado para aprender”. El realizador, ante la seguridad mostrada por el muchacho, lo contrató y Alejandro comenzó su andadura cinematográfica. En los descansos diarios apenas podía permitirse un bocadillo y unas mandarinas de postre, pero fue empapándose poco a poco de técnicas fílmicas que unía a las historias que bullían en su cabeza.
Un día, su maestro le comunicó: -“Muchacho, yo ya no tengo más que enseñarte. Es hora de que te lances a la piscina y utilices tu imaginación y todos los conocimientos que has adquirido para ponerte en marcha. Créeme, tarde o temprano volveré a oír tu nombre”. Y fue más temprano que tarde. Ya con su opera prima “Sábanas en la alcoba”, película muda, Alejandro cosechó una gran fama dentro de nuestras fronteras.
Unos años después de llegar a la capital tuvo que hacer nuevamente sus maletas. Sus convicciones políticas y la censura franquista que dificultaba filmar en España hicieron que Alejandro tuviera que exiliarse y realizar su cine fuera de nuestro país: México, Francia y Hollywood fueron sus lugares de acogida y perfeccionamiento.
Su tercer film le permitió conocer a Melanie Banderas, su musa y esposa desde el encuentro. Ella le sirvió como inspiración para escribir sus guiones y como actriz principal en todas sus producciones. Ambos se beneficiaron de la unión. Mientras Melanie fue lanzada rápidamente al estrellato, adquiriendo fama mundial, Alejandro, tras pisar varias alfombras rojas en compañía de su mujer, fue cosechando un premio tras otro en los diferentes certámenes que iban surgiendo.
25 fueron los títulos que realizaron juntos. Todo iba sobre ruedas hasta que un día, en pleno rodaje, Melanie sufrió un trágico accidente y murió. Esa fue la última película también para Alejandro Películas. Fue tal la angustia en la que se sumió, que abandonó el mundo del celuloide para siempre. Decidió volver a su pueblo natal donde se retiró en la pequeña casa con jardín que había pertenecido a sus padres y abuela.
En el año 2013, homenajeado en el festival de Venecia por su larga trayectoria en el séptimo arte, acompañado de la única hija, quien siguió sus pasos haciendo sus pinitos en el cine, pisó por última vez un festival a la edad de 101 años. Tras recoger el León de Oro a su carrera cinematográfica en la “Mostra di Venecia”, su luz se apagó. La claqueta de su vida dejó de decir “acción” para siempre.

Toñi Martín del Rey


Un anciano vestido con un traje color mandarina

Hernando Ferrán Gómez nació en 1912 en Pedrosillo el Ralo (pequeño pueblo de la provincia de Salamanca), y desde pequeño tuvo problemas de personalidad. No planteaba problemas graves, sólo cambiaba de personalidad de forma brusca y por breves periodos de tiempo. En el colegio pasó de ser a burla a un simple pasatiempo y realmente sus padres lo levaron peor que él.
Cuando contaba con 16 años, llegó al pueblo un tipo que necesitaba extras para una producción cinematográfica, pero su peculiar problema acabó consiguiéndole un pequeño papel. Realmente el entorno influía mucho en sus cambios, así que lo bordaba. Fue forjando poco a poco una sólida carrera a la vez que cada día era más incapaz de llevar una vida normal. Bien parecido, cosechó fama de mujeriego, pero no era realmente así, sólo se enamoraba y desenamoraba a cada giro de su cabeza. Dejaron de invitarle a festivales después de que apareciera en uno con un traje color mandarina hecho a medida que le costó también la amistad de su representante; eran otros tiempos. Pero Hernando era un personaje, y el cine le permitía vivir su fantasía. En uno de sus delirios, llegó a actuar delante de la alfombra roja, detrás de una sábana, en el festival de Cannes, hasta que la Gendarmería le desalojó.
Tanto como le había dado la vida, el cine se la iba quitando, convirtiendo lo que en su pueblo era un problema divertido en un importante trastorno que cada vez le impedía más una vida adaptada. No obstante, seguía recibiendo algún papel, pues pese a su excentricidad, su implicación en cada papel era proverbial. Poco a poco su estrella se fue apagando y pasó de pasear por la alfombra roja a ser barrido debajo de ella.
Desapareció de la vida pública en torno a los sesenta años, sin que nadie supiera nada de él ni de su paradero.  Se sabe en círculos especializados que todavía algunos años estuvo mendigando papeles, sin complejos, consiguiendo colarse a hablar con los directores más importantes del planeta.
Hoy lo traemos a la memoria porque cuando ya parecía acabado su papel para siempre, ha tenido una última aparición estelar, a la increíble edad de ciento un años, en el festival de Venecia. Un anciano, vestido con un traje color mandarina, ha sorteado el dispositivo de seguridad y corriendo a la pobre velocidad que su edad permite, se ha dirigido gritando y señalando al director francés Ozon  dicéndole: Tú, tú me prometiste un papel, lo quiero”. Digno de un drama de los tiempos de las grandes superproducciones, su claqueta de corten ha sonado y ha muerto víctima de un infarto, de rodillas a los pies del director. (…)

Miguel Ángel Pegarz

1 comentario:

  1. Quiero mostrar mi reconocimiento y admiración a todos los escritores creativos que se atreven con las tareas y las publican. Mi pretensión es dejar constancia de mi lectura, sin ningún ánimo de crítica (sencillamente no estoy preparado para eso), solo dejo un comentario desenfadado o sencillo o tonto o todo junto, cuyo único significado es: te he leído… gracias por ello.

    Iria:
    “Compró una alfombra por el capricho de su marido en el primer viaje que hicieron a Tailandia” Un marido caprichoso.
    “Allí se enamoró de un mono que estaba todo el día colgado de su brazo y el cual compro por capricho personal. Al mono le llamó Emilio.” Vaya, ella también caprichosa…
    Parece difícil que una persona con 90 años se dedique a descubrir nuevas culturas y religiones, normalmente se olvida casi todo y está uno para pocas gaitas, no me extraña que le fallara el corazón… Yo le daría alguna vuelta más al texto…

    Luis:
    ¿Historia no real?... curiosa la historia no real.
    “En una ocasión recibieron ocho mandarinas, de unos espectadores valencianos que pasaban por el pueblo.” Qué espléndidos estos valencianos, seguro que eran antepasados de la “caloret”… y qué bueno que este episodio se refleje en la “historia no real”… bravo Luis.

    Juan José:
    “Carla Boyera vomitó al recibir los típicos azotes que se le propinan a los bebés poco después de nacer. Y pronto manifestó intolerancia a la lactosa y al gluten y alergia a los cítricos y también a su hermano, el pequeño Jorge, quien murió ahogado en extrañas circunstancias una mañana en la que ambos se acercaron a jugar al río.” Pues ya tuvo mal comienzo la Carla Boyera, no me extraña, con ese “nombrecito”…
    “Y desde entonces lo fue, ciertamente, pues nunca jamás regresó al pueblo, ni siquiera para arrojarle mandarinas al idiota de Andrés, su primer pretendiente.” No te digo, ¿para qué querría arrojarle mandarinas, qué le había hecho, robarle un beso?…
    Está visto que el corazón termina con todas/os.

    Sofía:
    Por ningún lado leo ni mandarina ni sábana ni alfombra… se escurrieron de algún guión… y vaya prolífico, escribe hasta los 100… Otro ataque al corazón termina con él.

    Leticia:
    “Se marchó, por necesidad, a la recogida de la mandarina en Valencia, donde la cogió el Golpe de Estado.” Vaya con el “Golpe de Estado” `por cogerla… ¿qué pensará un argentino?... ¿sabemos si la dejó o no la dejó??? Je…je (es una “bromilla”)
    Mira, una que muere con la sonrisa en los labios en lugar de un infarto…

    Toñi Martín:
    Hay apellidos que marcan.
    “Tras recoger el León de Oro a su carrera cinematográfica en la “Mostra di Venecia”, su luz se apagó. La claqueta de su vida dejó de decir “acción” para siempre.” Bien, un final de películas para nuestro protagonista de apellido “ídem”. Bien relatada.



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