Escribir a diario

La sesión del lunes, 14 de marzo, la dedicamos a los diarios, esos lugares resguardados con llave, o sin ella, a los que confiamos nuestros secretos, nuestras desgracias, nuestros sentires.
¿Quién no ha dejado parte de su vida en un diario?
Tomamos como referencia dos libros espléndidos, ambos con forma de diario; uno duro, real como la vida y la muerte, descarnado, Diario de una enfermera, de Isla Correyero. El otro sólido, como el hormigón, lleno de vida, de rutina, de entrega, de oficio, de resignación, una vía de escape para dejar a un lado el mosaico de ladrillos y respirar mirando el horizonte, Diario de un albañil, de Santos Jiménez
Dejamos aquí varios ejemplos de ambos:

Diario de una enfermera



28 de septiembre de 1993

Inclino la cabeza para que nadie sepa que ya no soy
humana.
Debemos pasar inadvertidos.
Todos los enfermeros
provenimos de una raza
de autómatas.
Afuera, llueve sobre la Clínica.
Un polvo pegajoso, negro
y denso, cubre los coches
y los impermeables.
Dentro, cada gramo de antibiótico es aplicado con
indiferencia.
Un buscador de oro recorre
la zona de los mortuorios.
Los científicos vacían a los animales.
Ya no conozco a nadie que pueda ser humano.
¡Hay tanta muerte y tanto
olor a muerte!
Esta mañana han enterrado
a un mono y a un hombre…
Aquí sólo existe la lluvia negra de la muerte en los pasillos.


La ambulancia
15 de abril de 1994

Me han elegido para entrar en la muerte de una niña.
La ambulancia transcurre por la carretera con su memoria de meteorito. De Madrid a Gerona nos ganará la noche.
Yo controlo los brazos de la enferma desnuda y reviso el pliegue cabalístico y frágil de su garganta afónica.
El suero cae buscando la vena azul de su radiografía.
Brilla el oxígeno sobre mis guantes blancos y dibuja inscripciones en mi nariz poética.
El misterioso conductor nos mira desde el poniente imán de su espejo difuso.
Los cohes que cruzamos van vivos de miradas poderosas.
Se agradece la marcha vigilante que, de pronto, sobre el cristal central,
la nieve nos choca como un sueño.
Yo comienzo a temblar porque mi enferma me ha hecho una caricia sobrehumana.
Sus ojos de dolor de cuatro años están terriblemente abiertos y distintos.
Tengo su mano agonizante y fría sobre mi muslo tenso y absoluto.
Me pide a su mamá, su voz de agua: agua, agua.
Dieta absoluta son ya las lejanas órdenes del médico.
Agua y amor me pide la que muere.
De una bolsa de suero glucosado le doy a la privada criatura un sorbo,
un sorbo lento.
Traga,
traga,
mi amor,
mi amor,
mientras me acuesto a su lado
besándonos, me muere.
La ambulancia prosigue su camino hacia un lugar que no existe en el mundo.
La madre esperará cien noches, aterrada,
en la terraza.


Diario de un albañil (cuarta de cubierta)



Las horas
Catorce de enero

Amo algunas horas del día:
Las siete de la tarde,
la una cuarenta y cinco,
las doce menos veinte...
Amo el sábado entero
sin dejar de molestarle
ni un solo segundo
Con mi amor de adolescente;
las once de la mañana del domingo,
la una en punto de la madrugada.
Amo las horas mullidas de nieve
cuando la campana blanca
suena a odre repleto.
Las ocho y dieciséis
Escuchando a Morente,
las diez y veintiuno
sobrecogido de evidencia
ante don Antonio Machado.
Las once y nueve,
las nueves menos cuarto.
Amo las doce adormecido
en sus alas redondas y flotando
bajo un cielo de hielo.


Nombré con su nombre a la belleza
cuatro de enero
                                                                                     
¿Estaréis manchados desde el nacimiento
con el estigma del olvido,
polvorientos versos de obra,
de pie de obra y de mano,
de mano de obra barata?
¿Seréis capaces de llevar
escondida entre el yeso y los escombros
una brizna de belleza, sólo una
pura y  pálida candela?
¿Saldréis algún día de los restos
de papeles de estraza y luciréis
en papeles de china y verjurados?
¿O estaréis desde vuestro nacimiento
secos como arroyos extremeños?
Versos de pie de obra y amasados.


Tarea de escritura

La tarea propuesta consistió en escribir las anotaciones semanales de un diario. Pero poniéndose en la piel de un enterrador, de un asesino, de un astronauta, de un capitán de submarino, de un náufrago, de un loco, de un maltratador, de una mujer maltratada, de un refugiado, de un traficante de armas, de un jubilado, de un estafador, de una prostituta, de un traficante de niños...


Y estos son algunos de los trabajos enviados por los participantes en el taller:


Sentir el tiempo

Las horas se deshojan
para dormir un recuerdo.
Árboles desnudos
desvelan el sentir
que rompe mi nostalgia.
Columpios de un ayer
coordinan el momento,
articulan mi cuerpo.
Minutos equilibran
bordillos en mis pies.
El sol mezcla sus rayos con la brisa
para sentir el aroma de mis pasos.
Alimento mi vida
con el latir de mi existencia.
La tarde se mece de cultura,
anida en las miradas,
vive en la palabra
que acaricia la noche.
Posada en el recuerdo,
desnudo mi yo
para soñar un deseo.

Sofía Montero


Diario semanal desde "El Limbo"
Mi situación personal la considero como si estuviera en "El Limbo". Me explico: no soy estudiante, ni trabajador, ni parado, ni jubilado, ni prejubilado.

Mi empresa realizó un ERE, y a mí me afectó por la edad, me indemnizó y me paga la S.S. hasta que decida jubilarme.

Entonces decido dedicarme a ocupar el tiempo libre, en aficiones o tareas que cuando trabajaba no podía. Así visto, me he creado obligaciones fijas, me levanto sobre las 6 de la mañana, leo los correos, la prensa, voy a visitar diariamente a mi padre a la residencia, compras diarias, paseos, lectura de libros, algún pequeño viaje cercano en tiempo bueno.

Otras dependen de actividades culturales de la ciudad, teatro, música, presentación de libros, amigos. El diario, podía ser:

Lunes: Taller de escritura creativa en casa de las Conchas, por la tarde.
Martes: Cine en la Biblioteca Torrente Ballester, por la tarde, con mi mujer.
Miércoles: Café tertulia con los amigos, después se acoplan las mujeres.
Jueves: Alguna actividad programada, o cine.
Viernes: Café tertulia con los amigos, Trota-viernes, alguna actividad cultural, acompañado de las mujeres o amigos.
Sábado: Cada 15 día actividad de teatro o música en Casa Lis, fútbol, amigos, alguna excursión programada.
Domingo: Misa en al residencia, comida con hijos, amigos o tarde en casa, leer prensa , alguna película, el día más tranquilo.

Moraleja: En la vida hay que disfrutar día a día de las cosas positivas, ya que lo bueno no dura eternamente.

Luis Iglesias


El último paso

Lunes 14 marzo 2036
He pasado mi primera noche en la residencia en la que, por fin, el “cabrón de mi yerno” me ha depositado. Apenas he dormido 3 horas, tuve que desconectar el “sonotone”, el compañero de cuarto resoplaba como olla a presión. No sé cómo se llama, me lo dijeron pero se me ha olvidado. Solo recuerdo que me advirtieron que es muy tranquilo, que apenas habla, que está demenciado… ¡Es fácil que yo termine así!

Hoy el día amanece gris, no podía ser de otra forma, iré al desayuno, veremos cómo va.

Suspendo la sonrisa
cae la taza
bailo la danza gris
que deja sal negra al secarse
necesito ir directamente al wáter viciado
ya no me repaso

¡Cuánto tiempo sin poner una palabra sobre el papel! Quiero abandonarme de una vez a ello, veo que sigo diciendo ideas sin ningún sentido, ¡ese es mi arte!

El café ha sido un desastre, supongo que tendré que acostumbrarme.
Echo de menos a Nina ¡mi nietita!… Era algo que tenía que pasar. No quiero quejarme.

Derecho izquierdo
siempre bordeando los extremos
hincando las uñas vegetales en las esquinas para
quemar unas naves que llevarán la incertidumbre
al desembarco en el barro cocido de figuras deformes

La comida, bueno, ha sido pasable: macarrones, pollo y fruta. Después de la siesta he estado paseando por el jardín, tampoco lo he visto mal, bastante cuidado. He buscado un lugar tranquilo para poder pensar y escribir, lo he encontrado, más adelante lo describiré.

El reloj rasga la tarde
en un anochecer gris
de terciopelos roídos
de sillas que cojean
que son solo desechos

Es la hora de dormir desconecto el “sonotone” para que mi “compa”, que me mira desde la lejanía de su cama y de su mente, no me despierte: “no hay mal que por bien no venga”. Hasta mañana.

Martes 15 marzo 2036
Debían ser las tres de la mañana, fue un sobresalto repentino, mi corazón parecía querer saltar del pecho. ¡Algo no iba bien! Al encender la luz y mirar a la cama del acompañante… ¡había terminado de irse! Si dijo algo no lo pude oír. Pulsé el timbre de la alarma.

Fue un soplo frío
Llegó su hora
despacio
¡qué poco le faltaba para terminar de irse del todo!
lágrimas ancianas que se niegan brotar
solo un gesto arrugado y reflexivo
se cuelga de la luz
es un parpadeo indiferente definido helado yerto…

El día pasó con el recuerdo del trauma vivido. He tomado ración doble de pastillas y he dormitado todo el día. Esta noche no me acostaré con el silencio, dejaré conectado el “sonotone”.

Miércoles 16 marzo 2036
El día amanece despejado, claro, la primavera se acerca indefectiblemente (es bonita esta palabra, me gusta… total, ¿quién va a leer esto? ¡me encanta ser barroco!) Sigo manteniendo la costumbre de despertarme como las gallinas.

Videojuegos trasnochados
en mensajes interrumpidos
para liberar temblores que anudan dedos
atar piernas en huesos gastados
arrastrar recuerdos como hojas caídas de otoño
mirar las ramas desnudas
cimbreadas por el viento
e intoxicarse con el tiempo caducado

He recibido un mensaje de mi hija, si el sábado hace bueno, me traerá a Nina (es lo único que me da vida) La tarde la he completado en el rincón favorito del jardín, entre pinos, sin escribir apenas, ha empezado a hacer fresco, me he ido al pabellón iba a ser la hora de la cena. Todavía no me han destinado un nuevo compañero de habitación ¡mejor! así no duermo con el silencio.

Jueves 17 marzo 2036
En el desayuno una “loca” le ha lanzado la taza del café a una ancianita simpática y amable que no se mete con nadie, de milagro no se la estampa en la cabeza, dijo que la estaba mirando mal… ¡esto empieza a no gustarme!

Trozos de colores
con soportes de líneas
fue un aire
disuelto
pálpito de hálito momificado

La tarde se vuelve gris, unas gotas de lluvia besan el suelo, humedecen la tierra seca. Me gusta como mojan mi cabeza y ruedan por mi cara como lágrimas. Tendré que ir al edificio, se está calando el cuaderno y yo.

Descoso botones apretados
que los siento en la garganta
aferrados a la lengua
destinados a temblar
a desaparecer con el eco
de una inalcanzable bruma

Después de cenar me he notado más cansado que habitualmente ¡qué se puede esperar con 81 años! He ido a la sala de la televisión un rato, luego me he venido al cuarto, aprovecharé que, de momento, lo tengo solo para mí.

La fantasía de fantasmas
se filtra en las sábanas
como sueños que flotan
con una levedad de despedida,
de ausencia que la boca aprisiona y devora

El sueño se va apoderando de mis fuerzas, lo dejo hasta mañana…

Viernes 18 marzo 2036
Me he despartado raro, son las tres y veintiseis de la mañana, claro me dormí demasiado pronto… parece que me duele el brazo izquierdo y el pecho… ¡Ufff! esto me suena a infarto… no voy a pulsar la alarma… ¡algún día tenía que llegar! “Ciao”… fue bonito mientras du…

 * * *

Este cuaderno fue encontrado encima de la mesilla de la habitación 9 de la residencia de ancianos “San Braulio”, perteneció a Marco Vento, de 81 años, hallado muerto en su cama el viernes 18 de marzo de 2036, apenas llevaba 5 días… “Se fue para acompañar al invierno” se oyó decir a una ancianita menuda que miraba desde la puerta de la habitación en la que se había alojado.

M. Venttini


Diario de un delirio

Hoy

Desde que he descubierto sus intenciones, puedo protegerme. La ignorancia es la cadena que arrastra un preso que no sabe que lo es, el alimento de una guillotina sutil e insaciable. No hay piedad. Todos perecen en su boca. Tengo que ser cautelosa. Ninguno de los dos debe sospechar que lo se. Dada la fuerza de su macabro y obtuso deseo, tardarían poco en diseñar otro patrón. Mi abuela era modista. Se que hay distintas formas de coser un ataúd. Es imposible asegurar que el niño que vive en la escalera pueda avisarme de nuevo. Los pequeños son traviesos y caprichosos. El hecho de estar muerto, no cambia su condición. Podría decidir no volver a hablarme o trasladar su existencia fuera de esta casa. Nadie sabe las obligaciones que soporta un difunto. Tampoco los peligros que lo acechan. ¿Y si falleciera? No creo que sea descabellado plantearse esa posibilidad. El mundo invisible existe. Un lugar en ninguna parte de paisajes y costumbres desconocidas. La resurrección y la reencarnación son una misma cosa. El comienzo causal de nanopartículas en otros universos. Ese es el significado real de un rosario. Lo normal es llegar a ellos cruzando un tunel o una laguna, pero hay puertas espaciotemporales escondidas en los rincones más insospechados. En ocasiones, una extraña combinación de factores, las abre. No es lo más habitual, pero sucede. Con tantos mundos paralelos, circulares y perpendiculares, es inevitable que en algún punto se rocen. Otro tipo de seismo. ¡Es tan complejo el ovillo con el que se dibujan y se borran las claves! Si el crio pereciera ¿Qué sería de mí? Poder hablar con él ha sido mi salvación. Ese chiquillo ve y escucha cuanto sucede incluso antes de que suceda. Entiende lo que nadie comprende. Cuando deja de jugar a las canicas o se cansa de pintar en las paredes, me cuenta algo. A veces son cosas divertidas, como lo que piensa mi perro cuando ve a los humanos cambiarse de ropa tantas veces, o lo que significa el llanto de la bebé de la vecina cuando la bruja de mi madre le hace carantoñas con su estúpida voz de falsete. No me puedo permitir confiar en la suerte. El azar no existe. Si quiero sobrevivir, tengo que mantenerme alerta. Vigilar. Vigilar constantemente. Omitir algún detalle, forzará el cerrojo, hará una fisura en mi escudo de protección. Seré presa fácil. Los buitres no perdonan los descuidos. Moriré. No será envenenada por su comida. No la pruebo. Pero ¿y el aire? La guadaña siempre nos conduce al mismo puerto. Odio el mar. Su fondo es oscuro porque allí se sepultan sueños y esperanzas que no florecieron. Soy joven. Aún no tengo 30 años terrestres. Debo protegerme del aire.

Hoy

Esta noche no hubo luna. Ha llovido hasta las 6,37. He tomado dos litros de café. Me queda poco tabaco. La bolsa de mis provisiones esta bajo mínimos. Procuro controlar mi hambre, pero no siempre me sale. El estómago es un león salvaje. Siempre está de caza. ¡Maldita sea! Tendré que salir. Me jode. Aún no puedo estar en dos partes. Si salgo, mi cuarto queda indefenso. Normalmente duermo cuando ellos no están. Menos mal que trabajan. Esas horitas son mi descanso. Tendré que sacrificarlo y arriesgarme. El super no está muy lejos. El estanco si. ¿Tengo dinero? Llevaré la tarjeta. Tengo que organizarme. Ellos salen a las 8. El super abre a las 10. Si pongo el despertador a las 11, puedo dormir 3 horas. Una siesta de mañana. Como no tengo que cambiarme, puedo estar en el hiper a las 11,17. Compro rápido.

De regreso, puedo conseguir el tabaco en la gasolinera. Son majos los chicos que la llevan. Yo creo que les caigo bien. El nuevo me pone ojitos, yo hago que no lo veo. ¡Pobre! Si el supiera de mi calvario...

¿Por qué me pasa esto? ¿Qué les he hecho para merecer este tormento? ¡Basta! No debo perderme en lamentos. Son una trampa. Tengo que ser fuerte. Antes de la una puedo estar en mi cuarto de nuevo. Puedo comer en el camino y acostarme nada más llegar. No notarán nada. Es fácil.

Hace tiempo que no veo al niño muerto. ¿Se habrá muerto?

Hoy

No sonó el despertador. Fijo que han hurgado en las tripas de mi móvil. Yo lo puse en hora. Mi sueño es ligero. Tenía que haberlo escuchado. Cuando desperté, ya estaban de vuelta. ¡Qué situación! Me llamaron para comer. Fue difícil controlar al león. Olía divinamente. Me costó, pero lo conseguí. Grité que no tenía hambre y bebí como si no hubiera mañana del grifo del baño. Mientras, dejaba correr el agua de la ducha e intentaba pensar. Es cierto que si te esfuerzas consigues lo que deseas. Reconstruí los hechos paso por paso. Fingieron que se iban. Esperaron en el portal o en el coche o en cualquier barucho pijo (el lugar es lo de menos), pasado un tiempo regresaron, subieron a mi cuarto y ... ¡Serán hijos de puta! Habrán leído mis correos, mis conversaciones... Antes de dormir no puse el patrón. Estaba en abierto. Fue un error. Pero ¿cómo iba a esperarme esta cabronada? Claro que ésto que acabo de decir es absurdo. La pregunta correcta es ¿cómo fui tan gilipollas que no supe ver antes de que sucediera que podía pasar? ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué...

La cosa es seria. Casi seguro que además de fisgonear, han intervenido el terminal de algún modo. Eso de que no entienden de tecnologías... A otro perro con ese lomo... Murphy tiene razón: si algo va mal puede ir peor. La tostada siempre cae al suelo del lado de la mantequilla. Estoy mas jodida que ayer. No tengo tabaco. No tengo comida. El león me asedia y mi vínculo virtual con el mundo exterior se ha quebrado. Mis padres, mis propios padres lo han estrangulado. Debería de haber una ley que limitara la reproducción, que esterilizara obligatoriamente a animales de este tipo que tienen crías solo por el placer insano que les produce martirizarlas.

Hoy, un poco más tarde creo

Después de mi atroz descubrimiento, tenía unas ganas inmensas de escupirles a la cara que los había pillado, pero consideré una baza más inteligente, disimular y permitir que disfrutaran de su trofeo. Ir de tonta, esa me pareció la única carta gloriosa de mi baraja. Todo el mundo sabe que cuando el adversario se solaza en sus logros, se relaja. Todo el mundo sabe que la estrategia más elaborada, siempre tiene una falla. Tenía que encontrarla. Me mojé el pelo como si me lo hubiera lavado y bajé. Ni rastro del pequeño. La escalera estaba tan desierta como yo. Comenté que iba a dar un paseo. No preguntaron nada. Ese hecho confirmó mis deducciones. Si ya no me cuestionaban, era porque suponían que con el localizador que habían instalado en mi móvil, estaba controlada. Por un momento, viví un ataque de vanidad. Soy inteligente. Mucho mas inteligente que la media y por supuesto que ellos. ¿Será eso lo que les jode? La envidia es madre de grandes desastres. Una coneja que solo tiene hembras que la perpetuan. Corriendo más que caminando, llegué al super. ¡Qué paraiso! En las ramas de sus estanterías brotaban manjares exquisitos. No me podía permitir finuras. Llené la cesta de pan de de pueblo y de molde, chorizo del barato, jamón york de oferta, donuts de chocolate, empanadas de bonito y carne, copas dalki, yogures y plátanos. No pude contener al león.

Rugía con la fuerza de mil de su especie. Si no le daba algo inmediatamente, lo que iba a suceder era terrible, se comería mis visceras una a una. Aguanté hasta llegar a la caja número 3. Una ballena vaciaba su carro. A juzgar por la carga, debía de tener una camada de cachorros pequeños muy amplia. Me dieron lástima. Crecerían y entonces si eran algo listos, estarían solos en un laberinto lleno de conejas. En lo que la chica de pecas pasaba la exquisita compra de la mujer-cetáceo por las retinas artificiales de una máquina de penúltima generación, engullí dos empanadas y un par de donuts. Deseaba estar fuera y hacerme una docena de bocatas. La ballena me miró de arriba abajo y de abajo arriba. La cajera también. No eran miradas limpias. Si uno se fija con detenimiento, se puede percibir la suciedad de las pupilas. Una mácula diminuta e imborrable que desnuda a su portador. Tenía tanta hambre que achaqué ese hallazgo a sus haceres turbios. ¡Idiota! No supe leer. La premura de la subsistencia, nubló la interpretación adecuada de ese código universal y arcano que descifra con una exactitud indubitable las intenciones. Ellas estaba implicadas. Querían mi destrucción.

Antes de llegar a la gasolinera, todo lo ingerido era una sombra en la sabana. El félido que había estado a punto de devorarme dormía. Compré varias cajetillas de fortuna. Nunca había visto al hombre que la custodiaba. No me gustó. Me observaba con condescendencia. Como si supiera algo que yo no sabía. Eché de menos al joven que me ponía ojitos. Fumar me tranquilizó.

Al llegar a casa, entendí. En el espejo de la entrada, detrás de las flores con las que mi madre-madrastra esconde el hedor de su villanía, estaba el niño. A voces, me pidió que vomitara. La náusea fue instantánea. Según ma vaciaba, supe que no había comida sana. La intriga desbordaba las paredes de lo que llamaban mi casa. Se había trasformado en una conspiración universal. Quienes no participaban de ella, desaparecían. Perdí el conocimiento y me vi. Un cuerpo joven que yacía sobre sus propios humores rodeada de conejas que mis progenitores acariciaban y alimentaban con mis días no vividos. Mi asco crecía. El vestíbulo se inundaba. Una chica pecosa navegaba sobre los lomos de una ballena. El hombre de la gasolinera, entre risas, compartía un pitillo con mis padres. Hacían volutas de humo que se unían en el aire. Tres cuerdas de una misma soga. Un cancerbero indestructible. Luego desaparecí.

Hoy del tantos del cuantos del no se qué

No sé dónde estoy. La habitación es blanca y fría como la nieve. Hay una ventana muy grande por la que podría entrar la luz. Unas rejas gruesas y cuadriculadas la frenan. Siempre hay fronteras para quien quiere vivir a raudales.

Entra mucha gente. Todos visten igual. Yo no entiendo lo que dicen. No me importa. Me gustaría hablarles, tal vez alguno conociera mi idioma. No puedo. Me cosí la boca para no comer. Es falso que haya que alimentarse. A veces me pinchan en el brazo. He comprobado que poco después duermo en paz. Si pudiera pedirles algo, les pediría que lo hicieran más a menudo. Es bonito cerra los ojos y encontrar al niño. Por ahora, sólo él me aprecia. Ha construido una escalera con mis pestañas. Se sienta en sus peldaños diminutos y me habla de cosas grandes. Antes de irse me asegura que pronto terminara todo. Alguien vendrá a rescatarme. Esa esperanza es mi único alimento.

Hoy del cuantos del tantos del no se qué

Ha venido un chico nuevo a ponerme la inyección. Desde el principio supe que no era uno más. Canta todo el rato. Me guiñó un ojo y lo supe. Es el joven de la gasolinera. El que me ponía ojitos. Viste como visten aquí. Hace lo que hacen aquí, que no se bien qué es. Fijo que es para camuflarse. Pronto seré libre. Estoy convencida de que ha venido a salvarme.

Ana Isabel Fariña


Diario

Día 29 del primer invierno en Cicely
No he dormido nada. No me acostumbro a vivir en una cabaña aislada en el bosque. A pesar de todo Alaska no me defrauda.

Magie ha insistido en que le eche un vistazo al tío de Ed. Se trata nada más y nada menos que del chamán de la tribu así es que supongo que será algo diferente a los típicos mocos, sarpullido o dolor de hombro. En cuanto llegue Magie iremos en el helicóptero por que el acceso a pie hasta allí es imposible para nosotros. La estoy esperando mientras escribo y me tomo un café.

Los indios enferman diferente. No se si podré plantarle cara a la brujería. Intentarle curar será todo un reto para mí, apartar esa pátina de herrumbre y llegar a la diana. No se si me va a dejar, tal vez su fuerza interior se interponga entre mis manos y su piel. Desde luego tendrá que querer él, de lo contrario no podré hacer nada.

Presiento que nos está esperando, escucho la llamada en mi interior. Estoy muy excitado.

Oigo el motor. Ya está aquí.

Día 31 en Cicelly
Fue algo increíble, fue un viaje a otra dimensión. Mis manos supieron dónde tocar y qué hacer. Es como si una fuerza ajena me dirigiera. El gran jefe no paró de cantar sus rezos en toda la revisión por lo que me costó bastante auscultarle. Excepto esto, el diagnóstico estaba claro.

Aterrizamos al amanecer en una explanada rodeada de pinos. Nos esperaba el comité de bienvenida de la tribu que cubría la cumbre con su piel morena.

El Chamán hablaba nuestra lengua aunque la mayor parte del tiempo permaneció en su mundo, ya más el otro que este. Nadie sabe su edad pero es muy viejo, lo que le ocurre es la vejez. Él mismo ha considerado que ya ha llegado el momento de marcharse.

Día 33 en Cicelly
Ed ha venido a casa a contarme que su tío ya se encuentra con sus antepasados. Debió de tomar camino a Kuxlá, la Montaña lejana, durante la noche.

Esta mañana cuando el poblado despertó, percibió su ausencia: los niños habían enfermado, los perros se subían a los árboles y los caballos giraban en torno a sí mismo y daban coces. Se encontraban indefensos contra los espíritus malignos. Creo que, con todos mis respetos, este medio pájaro, si que contenía la furia de sus dioses.

Mañana celebrarán la ceremonia de despedida de ciclo y con toda seguridad algún otro miembro sentirá la llamada chamánica

Día 34 en Cicelly
Magie vino anoche a traerme unos disco clásicos en versión jazz que estuvimos escuchando mientras cenábamos carne de alce con rábano picante. Después fumamos tabaco y bebimos wisky oyendo saltar las chispas del fuego. No hubo más que risas y charla junto a la chimenea.

Me he despertado reclinado sobre el sillón en el suelo cuando casi se habían consumido todas las brasas, y con la cabeza de Magie apoyada sobre mis piernas.

He cargado con su cuerpo y lo he tumbado en la cama. A juzgar por su cara seguro que sueña con liberar a algún grizzly de la trampa de un cazador.

Día 35 del primer invierno en Cicely
Ha venido Sue Ellen a la consulta. El problema es el de siempre, Patrick el empleado del bar y Logan el policía no son partidarios de usar preservativos. Ambos se han juntado en la sala de espera y se han enzarzado a puñetazos y es que los dos están enamorados de la misma chica. Les he insistido en que se respeten los días, de lunes a miércoles Sue es para Patrick y de jueves a sábado para Logan y por supuesto en que usen condón.

Vaya problema que tienen y yo no se lo puedo solucionar al completo. Tal vez le podría presentar a alguien, aunque no se me ocurre a quien.

Día 10 de la primera primavera en Cicely
Gracias a la tía Edith, estos últimos días mi trabajo se ha basado en escuchar como le silba el pecho a más de la mitad de la población de Cicely. Ya han llegado las alergias tal como pronosticó Chris en la radio local. Al parecer se han triplicado desde que René construyó el invernadero.

La tía Edith donó los arbustos y plantas de su jardín a René cuando murió hace tres años. Estos fueron transportados en camiones desde la zona de los lagos, dónde ella residía, hasta aquí.

La parte positiva de la mudanza es que René no ha vuelto a sufrir vómitos y que ha pasado de ser un hombre solitario a exhibir un carácter afable con todos.

Hemos tomado un trozo de su pastel en el jardín al finalizar la consulta y no podíamos parar de reír especialmente con las fotos de su tía en el invernadero disfrazada de cazador.

Antonia Oliva

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