Había una vez...

La sesión del lunes pasado la dedicamos al circo y a su relación con la literatura y la música.
Las palabras "asombro", "emoción", "risa", "ilusión" y "miedo" son comunes a estas disciplinas artísticas. Lo saben bien los amantes de todos los escritores que hacen malabares con las palabras y que se pasean por la cuerda floja de la imaginación en sus historias.




Hablamos de la maravillosa película "El circo de las mariposas" del director Joshua Weigel, todo un ejemplo de superación:



Y comentamos el excelente número de cuerdas (skiping rope) del espectáculo "Quidam" del Circo del Sol:




Dejamos aquí algunos de los textos que formaron parte de la ficha de trabajo. El primero de Leopoldo María Panero y el segundo de Eliseo Diego:


El Circo

Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho
siempre]
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien
simplemente]
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma.
Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí


Riesgos del equilibrista

Allá va el equilibrista, imaginando
las venturas y prodigios del aire.
No es como nosotros, el equilibrista,
sino que más bien su naturalidad comienza
donde termina la naturalidad del aire:
allí es donde su imaginación inaugura los festejos
del otro espacio en que se vive de milagro
y cada movimiento está lleno de sentido y belleza.
Si bien lo miramos qué hace el equilibrista
sino caminar lo mismo que nosotros
por un trillo que es el suyo propio:
qué importa que ese sendero esté volado
sobre un imperioso abismo si ese abismo
arde con los diminutos amarillos y violetas,
azules y rojos y sepias y morados
de los sombrerillos y las gorras y los venturosos
pañuelos de encaje.
Lo que verdaderamente importa
es que cada paso del ensimismado equilibrista
puede muy bien ser el último de modo
que son la medida y el ritmo los que guían
esos pasos.
La voluntad también de aventurarse
por lo que no es ya sino un hilo de vida
sin más esperanza de permanencia
que el ir y venir de ayer a luego,
es sin duda otra distinción apreciable.
Sin contar que todo lo hace por una gloria tan efímera
que la misma indiferencia del aire
es por contraste más estable, y que no gana
para vivir de los sustos y quebrantos. El equilibrio
ha de ser a no dudarlo recompensa
tal que no la imaginamos
¡ADELANTE!
decimos al equilibrista, retirándonos
al respaldo suficiente de la silla
y la misericordiosa tierra: nosotros
pagamos a tiempo las entradas y de aquí no nos vamos.


Dejamos aquí, por último, información sobre el libro Fenómenos de circo de Ana María Shúa. La autor explica en un vídeo el porqué de este libro. Y aquí tenéis un extracto:




Propuesta de escritura:

Escribe un texto (relato, poema, microrrelato) sobre el circo. Trata de sacar alguno de los personajes de la carpa y cuéntanos cómo es su vida más allá de la pista.


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora


El circo

Hay un superpoder en muchos superhéroes anónimos: contar hasta cinco. Él no lo tenía. Había ensayado el número infinidad de ocasiones, incluso adaptándolo a sus aptitudes: “si no soy capaz de llegar a cinco, al menos tengo que llegar a tres”. Imposible. Por el contrario, había sumado una cualidad extra a su fracaso: acabar estallando con la gente que menos lo merecía, y ser incapaz de hacerlo cuándo y con quien debía. 
Si su madre le reprochaba “sigues sin recoger bien tu habitación, y es lo único que pido que hagas”: calor en el pecho, uno, dos…,boom! “Pero si me paso el día en la facultad y trabajando!”, gritos, enfado y la cama sin hacer. Número fallido.  Si veía las noticias, y la Gurtel, las tarjetas Black, o el ex ministro Soria, solo servían para afianzar más al partido en las encuestas: uno, dos…,boom!!! Golpe en la mesa, la cena en el plato y a la habitación. Número fallido. En clase, cuando el profesor de Teoría económica contemporánea decía cosas como “El Tratado de Libre Comercio entre EEUU y México supuso, sin duda, el desarrollo socioeconómico del país. Dudas, comentarios?” Uno, dos…, boom! incapaz de decir nada. Clase finalizada, recoger sus apuntes, marcharse a casa. 
Número fallido. 

Decir que NO, tampoco sabía. A veces se levantaba, se lavaba los dientes, sintonizaba la cadena Cope, y mirando al espejo repetía: “NO, NO, NO”….,no era tan difícil. Pero llamaban por teléfono para ofrecerle cualquier promoción y NO, NO, NO, no conseguía decir que NO. Como mucho, conseguía colgar muy avergonzado, disculpándose: “hasta luego, muchas gracias, me tengo que ir al médico”. Un par de colecciones de clásicos del Siglo de Oro encuadernadas en piel. Acabar siendo socio de Médicos del Mundo, Aldeas Infantiles o Unicef. Aquel día que su madre se encontró a dos testigos de Jehová tomando café en casa. 

Pensar a todas horas que la gente se enfadaba con él: “Elsa me ha saludado raro hoy. Diría algo que le sentase mal? “Ramón me ha dado la vuelta muy serio, sabrá que compré el Jot Down en el quiosco de Carol?” Sentirse culpable por haber leído treinta si “dije el uno de enero que cuarenta!” El pelo “siempre mejor corto”, y cuando se lo cortaba “siempre mejor largo”. Cosas así, compañeros de viaje.

 Aquella mañana tenía reunión con su jefe. Don Carlos le había avisado la semana pasada, para “hablar de un tema sumamente importante”. Lo primero que pensó es que había hecho algo mal, qué don Carlos estaba enfadado con él por algún motivo. Había ensayado toda la semana, y esta vez se veía con fuerzas de abordar cualquier situación. 

Buenos días, David. Te he llamado para charlar un rato contigo. Qué tal tu madre? Qué tal la universidad? Quieres tomar algo?. 
Sí gracias, tomaré lo mismo que usted. Bien, mi madre muy bien, contenta de tenerme en casa. Ya sabe, dos recogen más que uno, je, je. En la facultad disfruto mucho. Ejem…disculpe Don Carlos, he hecho algo mal, algo que le haya molestado?” 
Pero David, por qué dices eso? Ni mucho menos. Tu número es un éxito, gusta mucho al espectador, lo deberías saber. Muchos vienen al circo sólo para ver tu función. Los naipes convertidos en libras esterlinas, el cocodrilo que sale de la camiseta!. Eres un genio, chico! Por eso quería verte. Para decirte que te renovamos. Que sabemos que llevas seis contratos de tres meses, por lo que este será de cuatro. Te vas al paro en tus quince días de vacaciones, aprovechas para estudiar los exámenes, y a la vuelta firmas y vuelves a la función. Sí? 

Calor en el pecho, uno, dos…, boom! “Gracias Don Carlos, es un verdadero honor!”, mientras se grita hacia dentro “la madre que me parió, maldita sea mi magia!”-

Néstor Valverde Merlo
Grupo A


Trapecista
Paloma esta trapecista para ella no existe cosa más orgásmica que volar volar jugando con la muerte en los saltos sin red, Jugando con el espacio a velocidad entre angélica y demoníaca.

Cuando no entrena los saltos más difíciles, se dedica a lavar y tender la ropa delicada de las mujeres de la troupe Y sujeta con pinzas esas prendas, bien prendidas pues son caras. Muchas veces cuando el viento sopla y se agitan vuelan prendas con una falsa sensación de libertad ¿Cómo yo? —Se dice Paloma—, ellas vuelan por minutos, yo un poco más en mi trapecio. O eso creo.

Emilia González
Grupo B


Pasen y lean
–¡Rrrrass! –Se levanta el telón (pero el sol no brilla igual para todos).

Nervios, como cada día al comienzo de la función. Las muchachas se enfundan apresuradas el uniforme –impecable, casi aséptico–. Y… ¡tachaaaán: los primeros espectadores ya desfilan!

¡Todo el mundo expectante ante el plantel de números (pero el sol no calienta igual para todos)! El espectáculo no defrauda: y es que… ¡se ofertan números a gusto del consumidor! Aunque… los números de hoy… ¡Aaaah, los números de hoy ya no son como los de antaño (y es que el sol… sí, este sol desmayado de hoy es un anciano ceñudo…)!

Los ¡bravo!, los ¡hurras! del respetable prefieren la pirueta del quiticlín-quiticlín –de mate sobado.

“Si al menos pudiera subirme a un taburete y aliviar mi rabia…

”¡No es justo! A qué esta saña…? Jamás castigué a mis fieras tan duro como ellos a mí… Cambiaría el azote de una sola de esas miradas por el furor de mi látigo en las costillas…”.

Pero, no, no era invisible; tan solo, insignificante a los ojos del respetable.

A la puerta del supermercado, un gorrión esponjaba las plumas para enjugarse el frío. Una escena poética –tal vez–, pero no para todos los públicos, no para Rodolfo; no para el desamparo de otro circo, de otro sol, de una vida tan alejada de los buenos tiempos… Rodolfo ya no era domador ni fiera, y solo le cabía ofrecer un último cartel:

¡Una ayuda, por favor, mis hijos pasan hambre!

Roberto Sánchez Nieto
Grupo A


Trabajar en el circo
Tuve la suerte de conocer a un trabajador del circo. Uno de esos circos itinerantes, que acuden una vez al año a localidades pequeñas. Vicente se llamaba, y era un operario del montaje y desmontaje de la carpa principal.
A cambio de su trabajo, solo percibía comida y alojamiento, veía todos los espectáculos y en alguna ocasión trato de probar con alguno de los artistas. Se metía en la jaula con los domadores, practicaba de payaso, o se subía a las alturas con el trapecista. Pero tenía miedo a las alturas y a los leones, y no era nada gracioso, y su tartamudez era un problema añadido.
Una vez sustituyo al hombre bala, y también salió lesionado al caer en mala postura.
Cuando tuvo que dejar el circo por la edad, consiguió una pequeña pensión que apenas le daba para comer, vivía solo y se acordaba de toda la vida pasada en el circo.
Recuerdo haberle oído decir que el trabajo más difícil era el de payaso, que hacer de tonto sin ser tonto tenía mucho merito y si encima hacía reír a los niños pequeños mucho más.

Luis Iglesias


Malabares a mi ritmo
La magia anida mi atención,
descorcha ilusiones,
aviva el sueño.
Mi mente dilata los segundos,
para enlazar figuras en el tiempo.
Rota la tensión de mi piel,
centro la mirada en los objetos
que danzan al ritmo de mi cuerpo.
La música controla mi inquietud,
agiliza el movimiento,
coordina la destreza de mis manos,
contornea mi ser.
Noria de imágenes,
giran en el circo
para impactar al humano
con malabares que bordan mi imaginación.

Sofía Montero García


El domador y las fieras
Siempre me sedujo
la puesta en escena
del león imponente
con su hermosa melena.
El tigre fornido
con sus numerosas pecas.
Cómo gatitos saltando
al compás de las teclas
del piano de fondo
que toca a suspense...
El domador se luce
dentro de la reja.
Rejas, rejas y más rejas
que dominan y someten
igual que a las fieras.

Luisa M. Sánchez Mayorga
Grupo A


Domadora de palabras
Lanzó los dados sobre el tapete verde, como siempre que lo hacía durante unos instantes se acelera su ritmo cardiaco, no lo puede remediar, le gusta el juego, la emoción del juego. Por eso aquel día cogió el cubilete, pero…¡iban a salir palabras!, palabras con las que jugar, ¡iba a jugar con palabras!
Ausencia, hortelano, caballo, cárcel, reloj.
Y empieza el juego.
El reloj de la torre marcaba las cuatro, un sol de justicia, ese “¡sol, capitán redondo!”, subía el termómetro a los 46º y al reflejarse sobre las encaladas paredes producía una iridiscencia que hacía imposible mirarlas sin unas buenas polarizadas. Había hecho un fatigoso recorrido, los campos agostados, los caminos resecos, agrietados, sus surcos pedían agua, los bufidos del caballo y el asunto que le llevó a hacer ese recorrido, estaban a punto de hacerle parar, pero había que seguir, encontrar a Pedro el hortelano, que junto a él cuidaba la finca. Allí, en aquel pueblo, en aquella plaza, era tan grande el silencio que se oiría hasta el zumbido de un moscardón, si lo hubiese, la ausencia de vida era total, parecía un pueblo muerto, puertas y contraventanas cerradas. Él sabía que allí estaba Pedro, se había ausentado hacía dos días,-Un asunto familiar-. Tenía que encontrarlo, tenía que regresar, hablar con el amo, el asunto era serio, su hijo José fue conducido por la Guardia Civil a la cárcel y él debía acompañarle en ese momento, tenía que darle su apoyo y concederle la presunción de inocencia.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


El otro circo
Como tantas otras mañanas, al coger el periódico local buscó las páginas de ofertas de trabajo, sin grandes esperanzas, pura rutina, y con el rotulador, ristre en mano, empezó a leer, se repetían, suponía que pagarían por días y hasta que no pasaran, encontraba las mismas ofertas, todas fallidas. ¡Eureka! una nueva. ¿Eres una persona alegre, optimista, que “la loca de la casa” mueve tu vida?, acude al recinto ferial de la Aldehuela y, en el Gran Circo Holiday, pregunta por los Sres. Monroy, de diez a doce. Había oído lo de “la loca de la casa”, no estaba segura si era la fantasía, la ilusión, la imaginación, cualquiera de ellas valían, eso y mucho más estaba en su mochila.

Un pequeño grupo de chicos y chicas, los de siempre, pero menos, habían acudido, el desfile fue rápido, y ya le tocó a ella.

Con cierta emoción, por lo que suponía de novedad, subió a una caravana, ¡qué sorpresa! Se encontró con un auténtico despacho, pequeño, pero perfectamente acondicionado, no faltaba detalle. La pareja, supuso Sres, Monroy, esperaban, de ella en el primer momento destacaban sus ojos verdes, su piel, casi trasparente, su elegancia, él emanaba fuerza, vigor, ¡Vaya tío!, pensó al verlo; ambos la recibieron con una amplia sonrisa, que hizo que ella también esbozara la suya, de la que decían sus amigos que era magnética. Buen comienzo, surgió el flechazo.

En el circo había cuatro niñas y dos niños, de tres a seis años, Necesitaban a una persona que reuniera las condiciones que pedían en el anuncio, para que les ayudara en su educación y les proporcionara conocimientos, Hablaron de las condiciones laborales, el horario, el sueldo, pero casi ni lo oía, iba a decir que sí.

Iba a convivir, en vivo y en directo, con esas gentes del circo, que desde que era pequeña le fascinaban. A los trapecistas que miraba embobada, oía el repiqueteo de la música y un ¡más difícil todavía! y le parecía que volaban, recordaba que miraba sus manos, ¿qué se daban en ellas?, ahora lo descubriría; y conocería a los payasos, ¿de verdad el de los zapatones, al que le daban las tortas, el que se caía, era tan tonto?, ella pensaba que no, porque era el que más hacía reír y, hacer reír no es fácil ¡y que bien tocaba la trompeta!, luego el otro, el más listo, pero a ella no le gustaba. Conocería a los magos, ¿sería ahora capaz de descubrir algún truco, o de verdad existe la magia? a los equilibristas, a los domadores de animales.

Toby tenía cinco años, sus ojos negros parecían dos tizones, demasiado negros, parecían un poco tristes, su pelo tenía los rizos tan tupidos que no se podían meter los dedos, invitaba a pasar la mano por encima, a acariciarlo, era un larguirucho, un chico muy espabilado, aunque a veces parecía ausente, era hijo de Mikel, el payaso de la nariz roja.

Como con todos los padres un día habló con él, y supo de la tristeza de Toby; hacía seis meses que había fallecido su madre; fue todo muy rápido desde aquel día que fue diagnosticado su cansancio; ella marchó con su familia para recibir el tratamiento necesario, visitas cada vez que podían, ¡cuánto le costaba separarse de los brazos de su madre!, mientras él haciendo reír a la gente ¿Pues qué iba a hacer?, se acordaba del Gaitero de Gijón.

Aquel día descubrió la parte del circo en la que nunca había pensado, empezó a ver que junto a las luces, la música, los colorines, en todas las familias se encontraban pequeños, o no pequeños, dramas, que no hacía distinta a las gentes del circo, que sólo en la canción existe ”la vie en rose”.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Marco de plata
Silencio. Es todo lo que encuentro cuando pienso en ti.

Hay un inmenso abismo abierto bajo mis pies, adonde temo caer sabiendo que tú no estarás para tomarme en tus brazos cuando caiga… Y el abismo se hace más profundo y más oscuro aún en ese instante, el momento en que te perdí para siempre.

Aún mantengo vivo el recuerdo del roce de tus manos sobre mi pelo, recogiéndolo con una coleta alta que sólo tú me sabías hacer. Tus palabras siguen dándome la fuerza que necesito cada día para enfrentarme a la cuerda floja por donde camino en cada actuación, en nuestro circo. Me decías: “La carita bien alta, el cuerpo estirado y tu coleta siempre en movimiento, aunque no tanto como cuando bailamos”, y nos reíamos repletos de felicidad.

¡Cómo echo de menos tu olor, tu risa, tu calor, tus relatos nocturnos…!

“No pronunciaré tu nombre nunca más,
ni volveré a acariciar tu cuerpo.
Desearé en cada despertar
que todo haya sido un mal sueño”

¡Maldito ensayo que me retuvo, esta vez, demasiado tiempo!

Escuché tus pasos, señalizando con ellos el asfalto, hasta encontrarte junto al Puente de La Luz donde me esperaste durante casi dos horas…, desplegando tus brazos y agitándolos, como un pájaro, a lo largo de la línea blanca que divide la carretera del arcén. Otra vez creyéndote que eras el mejor funámbulo que jamás había pisado la tierra, o mejor dicho, la cuerda que imaginabas tener bajo tus pies. No tuviste bastante con jugar, aquella tarde por la carretera y el bordillo del puente tal como lo habías hecho otras tantas veces…

No pude gritar, ni llorar. Fui a buscarte allí abajo, recogí tu último aliento y descansé junto a ti. No recuerdo nada más.

“No pronunciaré tu nombre,
nunca más,
ni agitaré mi coleta.
Me corté el pelo
Y lo quemé.”

Anoche, cuando volví al circo después de tanto tiempo y, esta vez sin ti, lloré y luego reí, o reí y luego lloré, ya no recuerdo el orden en que lo hice. Lo cierto es que, cuando estaba en el camerino, nuestros amigos venían a saludarme y no reconocí sus rostros, pero les sonreí igualmente, sin entender aún el significado de todo aquello que me estaba ocurriendo. Salí a la pista y recibí el calor del público que gritaba mi nombre, mas tampoco llegué a entender nada y, así mismo, seguí sonriendo.

Caminé por la cuerda floja con una red bajo mis pies. Nada me hizo sentir más segura que pensar en ti, en nuestras tardes en el circo, nuestras duras horas de ensayo y de actuación frente al entusiasmado y generoso público.

Entonces, cuando alcancé el otro extremo de la cuerda, sentí que estabas allí, ayudándome a alcanzar el equilibrio que casi perdí. Cerré los ojos, deslicé mis manos y mis piernas por la cuerda que me llevó hasta tocar el suelo con mis pies y me postré ante ti, ante el público que, de nuevo, gritaba mi nombre…

Y lloré y reí, o reí y lloré, ya no recuerdo el orden en que lo hice…

Tina Martín Mora
Grupo A


Domador de sombras
Soy un domador de sombras que mediante un clic capto un instante de luz.

Alfredo DomínguezGrupo B


El equilibrista
Te veo en lo alto del circo, con la carpa de sombrero, casi tocando el cielo. Arriesgada misión para conseguir la gloria. Tu camino es un sendero estrecho y peligroso en las alturas. Pero consuélate pensando que aquí abajo hay también veredas angostas, llenas de fango y abrojos, por las que hay que caminar. Ten la mirada fija y serena en el punto exacto que marca tu meta. Vigila celosamente que la cuerda no se afloje y caigas. Se fuerte, no cejes en tu empeño. Y no te dejes seducir por los aplausos que te adulen y te lleven mucho alto, porque , si caes, el golpe será mucho más fuerte.

Piensa que no estás tan alto y en misión tan peligrosa para tocar el cielo, sino para conseguir la gloria.

Ramón Sánchez RodríguezGrupo B


Silencio
Silencio, silencio…
Finalizó la función, las fieras en jaulas
¡Feliz domador!

Si fuera tan fácil su mundo interior…

Cuando sus hijos nacieron,
como cachorros los vio,
de azote y fusta a dulzura y amor.
Crecieron y pronto la rebeldía brotó,
el lado salvaje de ellos salió.

Permitir o prohibir,
convencer o vencer
guiar o domar
¡Gran decisión!
el héroe ya solo en hombre quedó.

Y ahora en su mente
la batalla surgió:
“¿soy un padre o un domador?”

Silencio, silencio…

Paloma RodríguezGrupo A


Había una vez

Aquel día, el primer día de su nueva vida, Harry salió de casa con esa ilusión que da saberse único y tocado por la varita mágica de la suerte. Se adentra, dando saltitos de alegría en el laberinto de calles que llevan al río, esquiva tranvías y charcos, lleva bajo el brazo un bulto de papel de estraza. Era el día señalado para empezar a ser él. -Harry te tienes que soltarte antes, no puedes hacer esperar; el público chilla, grita, te admira pero tienes que ser más rápido, rápido me entiendes! No te puedes estancar es tu vida y no hay otra salida,avanzar,aprender, avanzar! Salen los trapecistas con sus brillantes trajes y él los mira con cara de hastío,los payasos le hacen llorar y piensa e la otra vida por vivir. ¿ Que va a hacer fuera de este mundo de freaks, saltimbanqui s y titiriteros? ¿ Yo soy éste o el de fuera? Encadenate ya y deja de mirar a la bastonera se dice mientras dirige sus ojos garzos hacia una figura pequeña y coqueta que ensaya delante de él. Sale a una plaza que vierte sobre el río sus escalinatas herrumbrosas y se dirige con pasos raudos a los soportales buscando algo que lo espera, quizás la entrada a ese mundo que vaya a ser el suyo para siempre. Se entretiene pensando en los volatineros y aquel día que lo dejaron actuar con ellos,era joven y no tenía experiencia pero todo le parecía maravilloso y atrayente. -No te acostumbres lo tuyo es otra cosa; tu eres escapista y nada más. Sin dejar de andar cuenta una, dos, tres, cuatro puertas. Esta es, piensa, mientras golpea la aldaba historiada y espera que por la mirilla aparezca el ojo de un ser que le dice: -Te esperábamos , pasa al inframundo de los caballeros del reino de Redonda gran Huidini.

Lucio Gómez
Grupo A


El circo
Se levanta el telón , ahora empieza la función.
Ahora sale al escenario el malabarista, para demostrar lo que sabe. Pide voluntarios para que demuestren que
también pueden hacerlo, ninguno se atreve a salir hasta que una persona se anima.
Cuando esta persona sale al escenario para demostrar que también puede hacerlo, la gente se queda alucinada de que también pueden demostrarlo.

David ÁlvarezGrupo B


La verdad del lanzador de cuchillos
Cinco palabras, cinco. ¡Quién se atreve! Cinco, cinco tiros. Un aplauso para la señorita. Pruebe, pruebe su suerte: caballo, dientes, cuchillo, esposa, golpe…

Desde la caída ya nunca fue el mismo.

A cuatro patas relinchaba como un caballo, aleteaba los belfos dejando escapar espumarajos entre los dientes y emitía una especie de danza semejante al cortejo de un fantoche. La esposa, acostumbrada al ritual sin tino pero congratulada con la mudanza, ordenaba los instrumentos uno a uno sobre la cómoda, luego se tumbaba solemne sobre la cama esbozando una sonrisa, extendía los brazos, abría las piernas dejando un triángulo entre las sábanas y se abandonaba al juego de saberse asaeteada. Cuando había amansado su trance, él se erguía como transmutado. Poco a poco se desprendía de las ropas centáureas y con agua de azahar enjugaba su cuerpo hasta retirar las huellas de la baba equina. Tensaba el arco del brazo, bajaba la tensión de la muñeca, apresaba la punta entre los dedos con firmeza y lanzaba con precisión de parábola las saetas en el contorno de aquel cuerpo regalado.

Cada metal arrojado y claveteado al filo de lo probable bombeaba la sangre con un hilo de fuego; cada hilo prendía la mecha de un vértigo que lo alzaba a la categoría de héroe, mientras la habitación se adensaba en un aire casi sobrenatural.

Unas pequeñas gotas de sangre esa noche levantaron la sospecha. Ella rodaba en una rueda frenética de luces de colores, cuando un golpe metálico mordió su cuello.

El viejo titán volvía a errar su número de inmortalidad.

Pilar LuengoGrupo B


El león y la contorsionista
Cuando el látigo del domador restalló, el león no estaba allí. Harto de la mediocridad de su dueño se había fugado con la contorsionista. Ella le ofrecía esa noche un crujiente y excitante bocado en su trono de rey.

Pìlar Luengo
Grupo B


Paciente
Después de años como observador
Ahora toca estar en la cuerda floja

Estás cansada y tienes dolor, es normal. Aguanta
Retrasamos siete días para ver si remontas. Aguanta
Ha habido una recidiva. Aguanta
No se puede, vuelve después. Tienes que esperar
Lo lamento, la lista está completa. Aguanta
Línea de tratamiento agotada, pasamos a la siguiente.

Aguanta, aguanta
Ensayaremos con algo nuevo. Tú, aguanta.

No me engañáis, pero no lo quiero creer
Solo me quedan unos meses de permanencia en la fragilidad
Agotada de frenar lo imparable
Me tambaleo pero ¡tranquilos! que me mantengo erguida
La función no ha terminado todavía
Sujeto una pértiga entre mis manos para no ceder
Y aún así queréis que salte hacia adelante. No aguanto
Aunque disimulas se que tienes miedo

Desde arriba te veo llorar por que temes que en cualquier momento se apaguen las luces y se baje el telón

Antonia OlivaGrupo B


El circo sin sol
Me llamo Shirley, tengo veinte años y llevo viviendo y trabajando en el circo desde que tengo uso de razón. Llevo entrenando duro desde que era aún un bebé. Un día, otro y otro, para ejecutar mi número a la perfección y no defraudar a mi grupo. Pero aunque los espectadores nos aplauden entusiasmados y los ayuntamientos de las ciudades, por las que pasamos, nos invitan a suculentos banquetes, odio todo esto, mi traje colorido con plumas y lentejuelas, los aplausos y el circo en general. Mi vida es dura, solitaria y cruel. Estoy cansada; me duele cada fibra de mi cuerpo y solo sueño con una cosa: caminar por una pradera verde, libre, en uno de esos santuarios para artistas circenses jubilados. Pero antes, me tienen que quitar la pesada cadena de mi pata trasera derecha...

Caroline RottGrupo A


La doble vida de Elsa
Elsa tenía un problema y este era tan grande que dominaba su vida de principio a fin. Y es que había elegido llevar una vida marcada por el directo. Ella, amante del control, no soportaba admitir que su vida pendía del fino hilo del error y que todo su esfuerzo en la sombra podía verse arruinado por el calor de los focos y el leve temblor de su cuerpo.

A Elsa le gustaba tener la sartén por el mango, por eso nunca entendió por qué había acabado en aquella escuela en Madrid. “Es la mejor”, se repetía, como postrera justificación de su situación. Y de esa afición por el control había nacido su pasión por el equilibrio y el orden. Era contorsionista y acróbata, y no por fruto del azar. En solitario, Elsa se ahogaba en la timidez. En grupo, brillaba como ninguna otra.

Las largas jornadas de ensayo eran ejecutadas con emoción por Elsa. Volvía a casa satisfecha, pero agotada por el esfuerzo y, aun así, reunía el necesario ímpetu que, nacido del miedo, alimentaba la mentira en su vida. Para el mundo exterior, Elsa era una taciturna estudiante de economía. Nadie conocía el verdadero origen del sudor que perlaba su frente cada día. Los únicos equilibrios que decía hacer Elsa era con los números.

Elsa no podía soportar que gente cercana, como eran sus compañeros de piso, acudiesen a alguno de sus espectáculos. Les odiaba y envidiaba a partes iguales: deseaba, codiciosa, su existencia vivida en off, sin necesidad de cumplir estrictas obligaciones. Salían y entraban sin importarles la hora. Veían la televisión languideciendo en el sofá mientras comían pizza. Despreocupados, su realidad giraba en torno a las clases y solo sufrían pequeños sobrebresaltos fruto de los exámenes. Vivían anónimamente, sin focos apuntándoles, permitiéndose tropezar en el camino: ya se levantarían mañana. Y Elsa se asfixiaba con tan solo pensar en tropiezos.

“No te preocupes por los platos… Jorge y los demás van a venir esta noche antes de la fiesta de Laura… Mañana ya lo recojo…”, decía desde el sofá Arturo, futuro ingeniero. Y Elsa callaba y tragaba saliva. Arturo nunca pagaría aquel descontrol. Viviría haciendo cálculos en diferido, sin tener que enfrentarse a la mirada juzgadora de auditorios enteros. Elsa envidiaba aquella falta de disciplina que ella nunca podría llegar a permitirse. Dentro del circo, vivía agazapada bajo una coraza circense, maquillada profusamente antes de cada espectáculo. Fuera, Elsa se pintaba de extrema normalidad para así pasar desapercibida. Fingía preocuparse por asignaturas inventadas y comulgaba con el desorden de su piso estudiantil. La Elsa de verdad, solo ella la decía conocer.

Beatriz GonzálezGrupo B


Personaje de circo Nosferatu (circo de los horrores)
Se quitó la ropa. El maquillaje ya le picaba la piel. Había despedido la última escena "estúpidos mortales". Se dirigió al camerino, pasó por delante de los vestuarios. Ya en el hotel, se echó encima crema y se dejó caer sobre la cama. Cogió el guión y repasó las escenas para mañana, y la gira México D.F. Todavía le quedaba bastante. Las 11 de la noche. Fuera llovía y era tarde. Pidió cena a la habitación 306. Le entró sueño. Sus compañeros saldrían esa noche. No se lo explicaba porque ellos hacían ejercicio físico que él. Y él estaba reventado, después de 4 actuaciones esa semana y aún quedaba. Cogió un libro y se sentó en la cama ya había repasado el guión. El sueño poco a poco se apoderó de él. Se quedó profundamente dormido.

Iria CostaGrupo B


IdentidadDados con las palabras: tren, gallo, cartas, dolor cárcel.

Estaba jugando a las cartas,
todavía tenía en mente el dolor
de la cárcel, los sentimientos robados,
el olor de la sangre de una mujer.

El sentimiento de que allí nadie iba a mirar por él.
El tren avanzó hasta la próxima parada.
Y en ese momento, se dio cuenta que todo el mundo lo miraba.

Se miró al espejo y pudo ver su auténtica identidad: era un gallo.

Un gallo hermoso.

Iria Costa
Grupo B


El ilusionista del amor
Señoras y señores, niños y niñas, abuelos y abuelas, jóvenes en edad casadera, no se pierdan el siguiente número:

“Todos ustedes, tienen ante sus ojos al inigualable, al maravilloso, al irrepetible ilusionista del amor.

Fuera Cupidos o San Valentines. Fuera falsos elixires cuyos efectos duran minutos. Fuera Celestinas que encantan los sentidos con vanas palabras. Nuestro prestidigitador no sacará conejos o palomas de su sombrero de copa, no. Jóvenes desesperados, acérquense y comprobarán cómo el amor que se les ha resistido durante años, lo alcanzan en minutos y para siempre.

Con sus mágicos ojos, su mirada intensa y la presencia de este maravilloso público, nuestro mago podrá encontrar entre los asistentes a la media naranja tan buscada y jamás exprimida. Sin tener que probar más mitades ácidas. Aquí, esta tarde, podrá disfrutar, por fin, del néctar del amor.

Esa chica pecosa con cara de haber sido abandonada. Sí, usted, sí. No sea tímida. Acérquese y cuéntele a nuestro mago su historia. Verá cómo sale de esta carpa feliz y con su príncipe azul definitivo colgado del brazo”.



Un día más. Se acabó la función. Ya me he despedido de todos y ahora, de nuevo, la soledad de mi caravana. Otra vez me despojaré de estas ropas y de mi fingida sonrisa. Esa que ellos creen que es toda felicidad. No pueden imaginar que yo, el ilusionista del amor, carezco de él. No saben que soy incapaz ya de amar o recibir amor. Ese es mi castigo.

Desde que ella se fue, mi corazón no es más que una piedra que palpita dentro de mi pecho. Jamás podré querer a otra como la amé a ella. Esos años tan felices que pasamos juntos. Y, de repente, todo se esfumó. Mucho tendrían que envidiarme los de ahí arriba para arrebatármela así, sin una mínima posibilidad de atarla a mí, sin una despedida.

¿Y a cambio de qué? ¿de esta capacidad de hacer feliz a los demás? ¡Sí, qué maravilla ver cómo los ojos del público, absortos, intentan encontrar el truco! Y no lo hay, por fortuna para ellos y desgracia para mí.

La felicidad en sus rostros debería ser la mía. Y sin embargo… ¿Acaso yo volveré a ser feliz? Jamás. Ya quedó claro. “Nada por aquí, nada por allá”. Como esa frase mía tantas veces repetida; qué ironía. Ella no regresará de nuevo a mis brazos…Y no existe un truco para hacerme desaparecer dentro de mi chistera y aparecer en los suyos.

Me río yo del pobre ilusionista del amor…

Toñi Martín del Rey

4 comentarios:

  1. Me ha gustado la historia de Néstor por la propia historia y porque cumple con el tema propuesto: sacar al personaje de la pista de circo, verlo en algún aspecto de su vida. No opino sobre forma porque todavía no sé evaluar esas cosas; algun día. Otros en cambio me ha parecido que están muy bien escritos pero que se han tomado el tema por libre y no han llevado al personaje a la vida fuera.

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  2. Me ha gustado la historia de Néstor por la propia historia y porque cumple con el tema propuesto: sacar al personaje de la pista de circo, verlo en algún aspecto de su vida. No opino sobre forma porque todavía no sé evaluar esas cosas; algun día. Otros en cambio me ha parecido que están muy bien escritos pero que se han tomado el tema por libre y no han llevado al personaje a la vida fuera.

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  3. Me han gustado en especial los trabajos “Marco de plata” de Tina Martín y “El otro circo” de Inés Izquierdo. El primero porque se trata de un viaje hacia el interior de la narradora donde sus sentimientos salen a flote. Esto contrasta con la estereotipada imagen de los protagonistas del circo, que parecen superhéroes sacados de otro mundo. Me parece una manera muy interesante de acercar el mundo del circo al del día a día.
    En cuanto al segundo, me ha gustado porque ha sacado el interior del circo hacia fuera y nos lo ha mostrado desde un punto de vista exterior. No se trata tanto de un viaje al interior del protagonista como en el caso anterior, sino que la narradora del relato presencia cómo es por dentro el mundo del espectáculo de la mano de una familia que se dedica a ello. Al no estar metida en este mundo, me ha hecho identificarme con el relato: ha sido una forma ingeniosa de resolver la tarea.

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  4. Gracias amigos por deleitarnos con vuestros relatos, los nuevos han empezado fuerte, muy fuerte, pero la vieja guardia ha respondido, no baja los brazos, ni el bolígrafo, el reto va ser apasionante, pero recordar esto es como un maratón, hay que aguantar hasta el último metro. Una abrazo para todos.

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